Sospecha’ (‘Suspicion’, Alfred Hitchcock, 1941) es la segunda película inglesa —equipo, argumento, ambientación— en suelo estadounidense. Supuso el primer encuentro entre el maestro británico y uno de los intérpretes que más trabajaría con él, Cary Grant, la elegancia personificada y un actor dotado sobre todo para la comedia, aunque también capaz de dar vida a personajes siniestros, y en el mejor de los casos la ambigüedad era la mejor de sus armas. A las órdenes de Hitchcock el actor inglés realizó algunas de sus más recordadas interpretaciones, llenas de matices y con una intensidad muy controlada. Un binomio perfecto para cuatro películas estupendas enmarcadas dentro del más puro suspense y aventuras. ‘Sospecha’ supuso además uno de los más agrandes éxitos de Hitchcock, lo que le daría una envidiable libertad creativa a partir de ese momento.
Basada en una obra de Francis Iles titulada ‘Before the Fact‘, la película fue escrita por Alma Reville, Joan Harris y Samson Raphaelson, quien más de una vez declaró que este era el mejor guión en el que había intervenido nunca, lo cual no deja de ser llamativo si le echamos un vistazo a su filmografía como escritor, en la que figuran joyas como ‘Remordimiento’ (‘Broken Lullaby’, 1932), ‘Un ladrón en la alcoba’ (‘Trouble in Paradise’, 1932) o ‘El diablo dijo no’ (‘Heaven Can Wait, 1943), todas ellas dirigida por Ernst Lubitsch. El guión de ‘Sospecha’ evoluciona de comedia a drama de suspense y un final que aún a día de hoy es de lo más criticado de la cinta. El maestro quería otra conclusión, quizá más lógica, pero la que contiene no anula un film que si no es una de las obras maestras de su autor poco le falta.
(From here to the end, Spoilers) Joan Fontaine, que ya había trabajado con Hitchcock en ‘Rebeca’(‘Rebecca’, 1940), da vida a Lina, una joven mujer que ante el miedo de quedar soltera de por vida se casa con Johnnie (Grant), un joven vividor que no ha trabajado en su vida aprovechándose de cualquier oportunidad para conseguir dinero. Muy pronto Lina comenzará a darse cuenta del carácter de su nuevo esposo, pero el amor que siente por él le hará permanecer a su lado resignada, hasta que una sospecha empieza a carcomer su mente: cree que Johnnie quiere asesinarla. Bajo esa premisa se mueve toda la película permitiendo a Hitchcock jugar con el espectador haciéndole dudar sobre las verdaderas intenciones de Johnnie. Dicho personaje, al que Grant presta todo su encanto y también su lado más sombrío —inciso aquí para apuntar que estoy de acuerdo con Ian Fleming al considerar al actor como el James Bond perfecto— resulta de lo más simpático y gracioso a pesar del rechazo que también puede producir el hecho de ser uno de los personajes más desvergonzados y caraduras que han poblado una pantalla.
Ese dato, más el carácter cómico que baña toda la primera parte en coherencia con el trabajo anterior del director, una comedia pura y dura, choca hábilmente con una segunda parte donde la desconfianza es el leit motiv del relato. En la famosa secuencia del vaso de leche —sin duda la más famosa de la película, en la que el director colocó una luz dentro del vaso para que nuestra atención al mismo fuese completa— Hitchcok quería rematar la película con una carta que Lina escribía a su madre en la que narraba cómo había descubierto que su marido iba a matarla y que se dejaba asesinar por amor. Un final sin duda impactante, pero que la productora no estaba dispuesta a hacer dado que no querían que el público tomase a Cary Grant por un asesino. Con el desenlace que todos hemos presenciado, de una gran tensión y emoción —y donde sobra la explicación del dinero del seguro y el posible suicidio— lo que Hitchcock logró fue cambiar el tema de la película de una mujer descubriendo que su marido es un asesino a una mujer que piensa, o cree, que su marido es un asesino sin serlo, lo cual resulta a mi parecer mucho más inquietante e interesante.
A la pericia de Hitchcock para combinar comedia, drama y suspense hay que sumar lo fantástico que era dirigiendo a los actores, algo que pocas veces tuvo su recompensa o reconocimiento. De hecho,Joan Fontaine ganó un Oscar a la mejor actriz principal por su interpretación de Lina —inciso aquí para señalar que a mi parecer la más grande interpretación de la actriz fue en ‘Carta de una desconocida’ (‘Letter From an Unknown Woman’, Max Ophüls, 1948), próximamente en ciertoespecial—, el único premio de la Academia de Hollywood que ha recibido un interprete en una película de don Alfredo. ¿Vergonzoso? Como mínimo, tal y como iremos viendo en este especial. La actriz está fantástica transmitiendo toda la fragilidad del personaje, un tipo de rol en el que se especializaría. Su más que evidente feeling con Cary Grant resulta de lo más emotivo aun en los instantes de enfrentamiento.
En el lado técnico destacan los trabajos de William Hamilton en el montaje, y cuya muerte al año siguiente probablemente nos privó de futuras realizaciones con el director; y por otro lado la sensacional fotografía de Harry Stradling Sr. con quien Hitchcock no quedó muy satisfecho, tal vez, o no, posible causa de que no volvieran a colaborar. En la mencionada secuencia del vaso, en la que además queda patente el extraordinario manejo de la cámara por parte del director, o ese tramo final, montaje y fotografía comulgan en siniestra armonía. A un lado queda el desenlace impuesto y que el paso del tiempo desvela como algo mucho más inteligente de lo que pueda parecer a simple vista pues ¿salva eso a Johnnie de seguir haciendo de las suyas?