Seamos francos, el hecho de que el guión de una producción se “base en hechos reales” suele ser garante de que la efectividad del mismo quede reducida, si no a su mínima expresión, sí a un estadio muy inferior al que podemos encontrar en libretos originales que partan de la nada y sobre los que el espectador no tenga a priori la capacidad de anticiparse a lo que está por llegar —harina de otro costal es que dicha originalidad sea en ocasiones tan poco eficiente que leer a distancia los acontecimientos termine por convertirse en un juego de niños—.
El caso es que, ciñéndonos al filme que hoy nos ocupa, Paul Greengrass ya había demostrado, y de qué manera, que el hecho de partir de acontecimientos conocidos por un espectro de público que alcanzaba una escala planetaria no era óbice para enhebrar un filme en el que la tensión iba en aumento hasta alcanzar cotas estratosféricas al tiempo que, por más que el desenlace era conocido, uno llegaba a creer a “pies juntillas” que el clímax se iba a desarrollar de otra manera. No hace falta que aclare que me estoy refiriendo a lo que el cineasta británico lograba con esa obra maestra que es‘United 93’ (id, 2006), una cinta de cuyas lecciones bebe en cierto modo esta ‘Capitán Phillips’ (id, 2013) dejándose por el camino, desafortunadamente, la innata capacidad que tenía la puesta en escena del secuestro de uno de los aviones del 11-S para atenazar al respetable en la butaca.
Con un primer y breve acto que, aunque necesario en ciertos elementos —totalmente prescindible es la contextualización matrimonial del protagonista—, lastra inicialmente sobremanera el ritmo que después va adquiriendo la acción, ‘Capitán Phillips’ describe, como supongo que todo el mundo sabrá, el asalto de un grupo de piratas somalíes a un buque de la Maerks en 2009 y el posterior secuestro durante varios días de su capitán, un papel asignado aquí a la única estrella del filme, unTom Hanks incomnesurable que vuelve a demostrar, como ya ha hecho en tantas y tantas ocasiones que, de ser necesario, puede asumir todo el peso de una producción sin achantarse.
Tanto es así, que de haber optado por otro intérprete con menos capacidades que Hanks, es muy probable que la limitada efectividad que se deriva del visionado del filme se hubiera visto mermada en muchos enteros, ya que es gracias a ese eterno halo de “hombre común que logra superar cualquier adversidad” que conectamos con una facilidad pasmosa con el personaje de Richard Phillips, haciendo nuestra su odisea y, aunque no con suma intensidad como hubiera sido deseable, su destino final. Un destino éste que, conocido por todo aquél que esté al tanto de la actualidad de forma habitual —o, en su defecto, se haya asomado a alguno de los incontables reportajes que se han llevado a cabo sobre la producción—, no provoca que toda la carga que Greengrass logra aportar con su dirección y que Hanks refleja en sus modos interpretativos llegue con extrema intensidad a la platea.
En ningún momento de la acción, visualizada por Greengrass con un ingenio magnífico, ya a bordo del buque mercantil ya, sobre todo, en la embarcación de emergencia donde transcurre todo el último acto —resulta impresionante, desde el punto de vista de la realización, el partido que saca el cineasta de tan reducido espacio y cómo se las apaña para no colocar más de dos veces la cámara en el mismo sitio—, se llega a sentir lo que si transmitieron todas las secuencias que tenían lugar a bordo del United-93, y si bien este hecho no debería ser un defecto a priori, el que la temática de ambos filmes sea tan similar termina por provocar en última instancia las inevitables comparaciones.
Ahora bien, dejando éstas últims de lado, y ponderando los méritos y deméritos de la cinta por sí sólos, lo cierto es que esa media hora final que con tan soberbio pulso conduce el realizador y que tan espléndidos resultados deja en la actuación de Hanks y en la de esos cuatro secuestradores somalíes encabezados por un aterrador Barkhad Abdi, se queda muy corta en cuanto a lo que consigue instilar en el público —y por público no creo que haga falta aclarar que me refiero al que esto suscribe—, por más que todo lo que vemos en pantalla sea de un nivel técnico inmaculado y por mucho que gracias al estilo documentalista de Greengrass podamos sentir el frío del Índico o el calor de la sangre.
Todo lo anterior no quita, no obstante, para que no podamos afirmar que ‘Capitán Phillips’ es unmodélico thriller de acción que se sitúa sin dudarlo por encima de la media de lo que otros ejemplos del género nos han dejado este año —y me estoy acordando de cierta pareja de producciones con la Casa Blanca de telón de fondo—, pero sí para que palidezca cuando se la compara con cualquiera de sus producciones anteriores, ya sean ‘Domingo sangriento’ (‘Bloody Sunday’, 2002), la citada ‘United 93’ o las dos entregas de la saga de Bourne, quedando más o menos a la misma altura de los discretos —aunque reivindicables— resultados de ‘Green Zone: Distrito protegido’ (‘Green Zone’, 2009).
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