La comedia romántica es un subgénero que nos ha dado muchas grandes películas, pero también muchas producciones estándar con la única finalidad de apropiarse del dinero de los espectadores con una marcada debilidad hacia ellas. Lo peor de todo es que esta última tendencia ha ganado tal peso durante las últimas décadas que es difícil que no dejemos ver nuestro lado más escépticocuando una nueva comedia romántica llega a nuestros cines, y no es que eso sea precisamente un fenómeno aislado.
Una de las comedias románticas más celebradas de lo que llevamos de siglo es la estupenda ‘Love Actually’, la película con la que Richard Curtis dio el salto a la dirección en 2003 tras muchos años centrándose en la escritura de guiones, primero en la televisión —‘La víbora negra’ (‘Black Adder’, varios directores, 1983-1989), una de las mejores sitcoms que haya tenido el placer de ver— y luego en la gran pantalla —‘Cuatro bodas y un funeral’ (‘For Weddings and a Funeral’, Mike Newell, 1994)—. En los últimos años no ha bajado el ritmo, pero lo que considero innegable es que es una de las últimas gran esperanzas para los amantes del humor y las historias románticas, siendo ‘Una cuestión de tiempo’ (‘About Time’, 2013), la última gran demostración de ello.
Una cuestión de tiempo y talento
Únicamente tres películas en diez años, una cifra bastante discreta para alguien que había conectado a lo grande con el público con su ópera prima, pues ‘Love Actually’ consiguió una recaudación mundial de 246 millones de dólares cuando apenas había costado 40. Sin embargo, Richard Curtis había demostrado en varias ocasiones que el vil metal sí tiene importancia en su carrera, pero que no está dispuesto a permitir que sea lo que dicte su siguiente paso a dar. Seis años tuvieron que pasar hasta el estreno de la notable ‘Radio encubierta’ (‘The Boat that Rocked’, 2009), cinta en la que abordaba con el talento que le caracteriza el amor hacia la música, y más específicamente a un hecho real de lo más curioso, siendo esto lo que quizá motivó que pasase mucho más desapercibida que su primer largometraje.
No voy a negar que tenía mis dudas acerca del resultado final de ‘Una cuestión de tiempo’, ya que el entusiasmo que siento hacia las comedias románticas escritas por Curtis antes de decidir probar fortuna también en la dirección es bastante moderado. Por no hablar de su singular premisa argumental —¿un hombre que puede viajar atrás en el tiempo para intentar conquistar a la chica de sus sueños? Tan curioso como peligroso—, pero Curtis ha logrado cautivarme de nuevo, sorprenderme y jugar a su antojo con mis emociones sin que yo pudiera o quisiera hacer nada para contrarrestarlo, ya que estaba demasiado fascinado, preocupado por lo que iba a ser de los personajes —hasta el nivel de llevarme las manos a la cara como escudo invisible ante lo que temía que pudiera pasar— o incluso con las lágrimas amenazando con escapar de mis ojos.
Lo primero que hay que tener claro es que ‘Una cuestión de tiempo’ es mucho más que la historia de chico conoce chica, se gustan, él la pifia y tiene que hacer lo imposible por reconquistarla. Eso sí que tiene un peso importante en la película, pero el amor que desea exponernos Curtis va mucho más allá de lo meramente romántico, jugando su familia un papel fundamental, seguramente incluso superior a la, eso sí, deliciosa forma de iniciar y desarrollar el interés romántico de un impecable Domhnall Gleeson en el siempre complicado rol de hacer de tío normal que ha de ganarse el aprecio del espectador —muchas películas recurren a un guaperas que, salvo raras excepciones, jamás da la talla— hacia una adorable Rachel McAdams.
El amor y los viajes en el tiempo
Para que una historia que incluya viajes en el tiempo funcione, ésta ha de incluir una serie de reglas alrededor de los mismos para que uno no se sienta estafado cuando el guión recurra a pequeñas sorpresas con la que dejarnos con la boca abierta. En el caso que nos ocupa, Curtis dosifica con genialidad la información que nos va suministrando —algo esencial para que la historia no se estanque y mantenga su encanto—, siendo su mayor debilidad en lo referente a la credibilidad un detalle totalmente ajeno a ello. Tampoco esperéis grandes indagaciones al respecto, ya que el elemento de ciencia ficción no es más que un catalizador para el lado más humano de ‘Una cuestión de tiempo’.
Bill Nighy era un actor muy poco conocido fuera de Reino Unido antes del estreno de ‘Love Actually’, pero el demencial rockero al que interpretó allí disparó su popularidad. Curtis volvió a contar con él en ‘Radio encubierta’ y tampoco ha querido prescindir de él aquí en un personaje más importante de lo que aparenta en la historia. Y es que uno de los grandes logros de Curtis como director es que sabe sacar lo mejor de sí mismos de sus actores para unos papeles por los que nunca ganará un Oscar, pero sí que les permitirá acceder al corazón del espectador, un logro mucho más importante que una estatuilla dorada tremendamente devaluada. Esta combinación entre el innegable talento de Curris para la creación de personajes cercanos y adorables y la escritura de diálogos con un reparto que consigue la ilusión de que lo que está sucediendo no es un mero artificio es lo que eleva a ‘Una cuestión de tiempo’ por encima de sus coetáneas en el subgénero de la comedia romántica.
‘Una cuestión de tiempo’ jamás será una de esas películas tan comentadas que se convierte en casi una obligación el verla lo antes posible, pero sí pertenece a esa rara estirpe en la que, salvo por un par de pequeños detalles del guión, me resulta muy complicado aceptar que pueda haber alguien que no vaya a disfrutar con ella en mayor o menor medida. Una comedia romántica no ya solamente de las buenas, sino de las que deberían recordarse dentro de unos años. Una película con encanto, muy divertida y entretenida, que te tocará la fibra sensible y que, por encima de todo, te hará valorar más las pequeñas cosas de la vida, esa compañera traicionera que a veces llegamos a odiar, pero que únicamente vamos a poder tener una vez. Aprovechad las últimas horas de la Fiesta del cine para verla y, sobre todo, disfrutarla.
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