Pixar y Ghibli han acaparado durante muchos años la lucha en lo referente a la disputa ilusoria sobre cuál era el mejor estudio de cine de animación. La paulatina pérdida de interés de los Clásicos Disneyy la excesiva mala fama que adquirió la compañía hizo que el estudio que realmente puso en el mapa a las películas animadas cayese en un segundo plano en el que incluso se vio superada por otras producciones que tampoco eran nada del otro mundo. Eso sí, títulos tan flojos y olvidables como ‘Zafarrancho en el rancho’ (‘Home on the range’, Will Finn y John Sandford, 2004) o ‘Chicken Little’ (Mark Dindal, 2005) no eran precisamente una invitación a tener fe en sus siguientes trabajos.
Fue con la curiosa ‘Descubriendo a los Robinsons’ (‘Meet the Robinsons’, Stephen J. Anderson, 2007) cuando se inició un cambio de tendencia que yo creía que había alcanzado su cima el año pasado con la notable ‘¡Rompe Ralph!’ (‘Wreck-It Ralph’, Rich Moore, 2012). No voy a negar que tenía muchas dudas sobre las posibilidades de ‘Frozen: El reino del hielo’ (‘Frozen’, Chris Buck y Jennifer Lee, 2013), en especial por el algo desconcertante trabajo de promoción que Walt Disney ha realizado con su nuevo clásico —¿a qué suena raro mezclar esos dos conceptos?—, pero una vez vista puedo deciros que es una película deliciosa a la altura de los mejores trabajos de la compañía y que recuerda poderosamente a los realizados durante la primera mitad de los noventa.
’Frozen, el reino del hielo’ y de Broadway
Una de las grandes claves de la mayoría de clásicos Disney es la utilización de temas musicales más o menos míticos que en no pocas ocasiones son incluso más recordados que las películas en sí mismas, llegando a haberse convertido en poco menos que himnos de una generación. Esto hace bastante que dejó de ser así y el auge de interés de sus producciones no habían estado asociadas a un crecimiento musical mínimamente equiparable a lo conseguido antaño. Con ‘Frozen: El reino del hielo’ ha habido una clara apuesta por solucionarlo al contratar a Robert Lopez, uno de los creadores de las estupendas obras musicales ‘Avenue Q’ y ‘The Book of Mormon’, para que hiciera las letras de las canciones junto a su esposa Kristen y fichando a Idina Menzel, una gran diva de Broadway, para que prestase su voz a una de las dos grandes protagonistas de la función. Toda una declaración de intenciones.
Eso sí, el fuerte componente musical de ‘Frozen: El reino del hielo’ recuerda muy específicamente a las cintas animadas de Walt Disney realizadas tras el resurgir propiciado tras el estreno de ‘La sirenita’ (‘The Little Mermaid’, Ron Clements y John Musker, 1989), es decir, relatos en los que la teatralidad de las coreografías de las canciones ganaban mucha importancia –no es casualidad que ‘El rey león’ (‘The Lion King’, Rob Minkoff y Roger Allers, 1994) haya acabado convirtiéndose en un musical de Broadway—sin que ello afectase en ningún momento al interés de la película. En ‘Frozen, el reino del hielo’ sucede lo mismo, pero realzando hasta tal punto ese aspecto que uno llega a tener la sensación escuchando la excelente banda sonora de forma aislada que bien podrían pertenecer a una obra de teatro más que a una película de animación.
Además, la integración de las canciones en la historia es impecable, ayudando según el caso a profundizar en las motivaciones de los personajes —maravillosa resulta ‘Do you want to build a Snowman?’ para definir a las dos protagonistas cuando éstas aún no son más que unas niñas— o a ir avanzando dramáticamente. De hecho, lo más habitual es que sirvan para ambas cosas y sólo el tiempo determinará si consiguen equipararse a la genial banda sonora de cintas como ‘El rey león’ o ‘La bella y la bestia’ (‘Beauty and the Beast’, Gary Trousdale y Kirk Wise, 1991). En su contra juega ciertos atentados contra el buen gusto realizados para la versión española –no podría disgustarme más el fichaje de Abraham Mateo—, pero las versiones originales de temas como ‘Let it go’, ‘For the First Time in Forever’ o la ya mencionada ‘Do you want to build a Snowman?’ son difícilmente mejorables.
Un cuento de hadas moderno
Ya en la correcta ‘Tiana y el sapo’ (‘The Princess and the Frog’, Ron Clements y John Musker, 2009) y la muy disfrutable ‘Enredados’ (‘Tangled’, Nathan Greno y Byron Howard, 2010) se intentó ofrecer una visión moderna de los típicos cuentos de hadas de Disney, pero ha sido en ‘Frozen: El reino del hielo’ cuando se ha conseguido un conjunto más compacto sin la necesidad de sacrificar en ningún momento la frescura de la historia que se nos está contando. Antes que nada me gustaría resaltar que hay dos pegas de cierta importancia, ambas en el tramo final de la película y excesivamente reveladoras como para comentarlas directamente, pero también me gustaría decir que me parece que son un peaje más o menos necesario para una historia como la de ‘Frozen: El reino del hielo’, en especial la primera ya apuntada de forma indirecta en la campaña de promoción.
Pasando ya a las numerosas virtudes de ‘Frozen: El reino del hielo’, lo primero que me gustaría destacar es el excelente acabado de la animación, donde no se tiene miedo a los grandes desafíos como el vertiginoso y maravilloso plano secuencia que tiene lugar tras el flashforward que sirve a modo de transición entre la infancia y la mayoría de edad de nuestras protagonistas. También es verdad que es un aspecto que podríamos dar casi por sentado en esta millonaria adaptación —su presupuesto se ha disparado hasta los 150 millones de dólares— del cuento de Hans Christian Andersen, pero el brío demostrado por Chris Buck y Jennifer Lee en la puesta en escena hace que no sea algo meramente accesorio y que surja un simbiosis casi perfecta con el libreto de Lee.
Está claro que los tiempos han cambiado y la idea de presentarnos a una princesa pasiva y que parece no enterarse de la misa a la media no es demasiado atractiva en la actualidad, y eso es algo que se ha resuelto aquí con un talento inesperado, en especial en el caso de Ana —acertadísima la contratación de Kristen Bell para prestarle su voz—. Algo ingenua y ligera de cascos, Lee no tarda en dar profundidad al personaje para que pueda valerse por sí misma y que la necesaria fragilidad que acabe mostrando sea la consecuencia de un evento que no desvelaré en lugar de un simple rescate porque ha caído en una trampa demasiado evidente. Más directa es Lee en el caso de Elsa, ya que ella únicamente busca el bienestar de su hermana —y del reino en general—, actuando siempre en esa dirección y poseyendo un atractivo poder, tanto visualmente como para que ella pueda valerse por sí misma.
Sí que hay príncipes encantadores, villanos y, aunque no me guste llamarlo así, ciertas concesiones para que todo desemboque de una forma bastante familiar para el espectador, pero es por la forma de hacerlo por lo que ‘Frozen: El reino del hielo’ consigue convertirse en uno de los mejores clásicos Disney de todos los tiempos. A veces cuesta mucho poner en palabras y justificar los sentimientos que te despierta una película, y en el caso que nos ocupa lo más adecuado sería decir que han conseguido una obra que te hace tener una sonrisa de satisfacción ante lo que sucede en pantalla, haciéndote reír cuando es necesario y emocionándote cuando hay que ponerse serio y puede que algo trágico vaya a suceder. Esto es algo que ya se consigue en su efectivo y brillante prólogo, donde se fija con gran precisión el atinado tono de la película —un cóctel de humor, aventura, drama y un puntito de tragedia— para no perderlo luego en ningún momento.
Una de las grandes claves de las producciones de principios de los noventa que comentaba antes era la existencia de personajes secundarios utilizados primordialmente como alivio cómico, un arte que Disney controló por un breve espacio temporal —para mi gusto la cosa empezó a flaquear ya en ‘Pocahontas’ (Mike Gabriel y Eric Goldberg, 1995)— y que reaparece aquí, siendo la principal sorpresa de la función para quien esto escribe. Y es que no tengo problemas en reconocer que pensaba que iba a odiar con todo mi corazón al muñeco de nieve al que pone voz Josh Gad —casualidad o no, era uno de los miembros del elenco original de ‘The Book of Mormon’—, pero él representa a la perfección el difícil equilibrio conseguido en ‘Frozen, el reino del hielo’, no fallando ni una sola vez en su constante uso humorístico, pero consiguiendo también que nos interesemos en lo que vaya a ser de él cuando el drama haga acto de presencia.
Seguro que habrá quien reaccione con incredulidad cuando os diga que ‘Frozen: El reino del hielo’ es una de las mejores películas de 2013, tanto por la afirmación en sí misma como por el hecho de haber dicho lo mismo sobre uno de los estrenos de la semana pasada, pero yo no tengo culpa alguna de que haya sucedido así. Estamos ante una maravillosa puesta al día de los cuentos de hadas tradicionales de Disney con un tono más cercano a sus grandes obras de principios de los años 90 que a cualquier otra etapa de los clásicos Disney. Un deleite para los sentidos, en especial los amantes del cine de animación de todas las edades. Y por cierto, el cortometraje protagonizado por Mickey Mouse que se pasa antes de la película es otra delicia maravillosa.
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