sábado, 30 de noviembre de 2013

Arma Letal 2', los últimos hombres duro

lethal1Una misteriosa red de blanqueo de dinero guía ahora las pesquisas de Murtaugh (Danny Glover) y Riggs (Mel Gison). Esta vez, sus enemigos proceden de la siniestra Sudáfrica del Apartheid y tendrán que aliarse con un gritón y peculiar abogado que trabaja para esa red, llamado Leo Getz (Joe Pesci).
Muchas fueron las circunstancias que hacen de ‘Arma Letal 2’ (Lethal Weapon 2, 1989) una secuela inesperada, o al menos poco convencional en cuanto a lo acostumbrado. Para empezar, esta es una de las pocas secuelas que, sin formar parte deliberada de una trilogía, funciona como una versión verdaderamente más oscura, trepidante y francamente dramática de lo anteriormente visto. Y, además, termina de un modo desesperado, ajena al consuelo. ¿Quién puede dar más?
Este ‘Arma Letal 2’ (Lethal Weapon 2, 1989) es una película del todo peculiar, ya sea porque los problemas durante la producción de la misma terminaron por expulsar al guionista Shane Black de la saga, ya sea porque además de ser más divertida y espectacular, termina siendo bastante más amarga que la primera parte.
Richard Donner anuncia aquí la tónica que sería habitual en las entregas siguientes de la saga, ya una película familiar antes que unas oscuras y frenéticas muestras de cine policíaco con pareja de hombres al límite de sus existencias. La primera es la subtrama del Apartheid, que lleva a no pocos e inesperados toques de humor en el sargento Murtaugh. La segunda es la incorporación de Joe Pescicomo gritón e hiper-ventilado chitón, un secundario naturalmente recurrente en las siguientes dos entregas, para mi el cambio de registro en este cuarteto.
Dice mi compañero Sergio Benítez que es una película que no ha envejecido y creo que estoy de acuerdo. Es muy gracioso pero quizás lo que se hace viejo es el cine contemporáneo. Patsy Kensit, que tiene poco que hacer con el personaje del nuevo interés amoroso de Mel Gibson, no solamente protagoniza un desnudo sino que sirve como cuerpo de revisión traumática de uno de los dos héroes. Y el plano final, insinúa la muerte definitiva del mismo.
En pocas palabras: para esta película, que cuenta con un espectacular y absolutamente insuperado final de asalto a Riggs en el que Donner demuestra su buen hacer para las set pieces (la otra recordada es la versión cómica de un zambombazo digestivo), todo el destino de los personajes es directamente la muerte, la única manera de resolver sus traumas.
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Tratándose de una película comercial, y de una que en teoría tiene como voluntad única la de satisfacer la demanda de una audiencia deseosa de repetir la misma mezcolanza de humor, drama y buenas persecuciones, es ciertamente un riesgo notable, la de dejar a sus protagonistas sin resolución alguna. En mi opinión, también ayuda bastante la naturaleza de los villanos: especuladores de la tragedia ajena, grandes blanqueadores de dinero. El policial ha encontrado en los movimientos del capital una sinfonía del subgénero y bien está que así se vea también en esta película. Porque el cambio de “tragedia inevitable” a “oportunidades de negocio” no se produce de un modo tan natural como pensamos. Y porque está bien que durante un rato pensemos que Riggs y Murtaugh, dos sencillos policías, habrían de encarnar estas esperanzas resolutivas. Pero, claro está, siempre en la pantalla de un cine.

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