Gerard Butler parece veneno para la taquilla. Tras algunos intentos fallidos al inicio de su carrera por darse a conocer al gran público con interpretaciones como la del vampiro más famoso de todos los tiempos en una versión entretenida pero delirante por su tratamiento del mito, de ser viajero del tiempo a las órdenes de Richard Donner o de ser el fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webberdestrozado por Joel Schumacher, tuvo la suerte de conocer a Zack Snyder, quien le puso al frente de la muy admirada ‘300’ (id, 2006) —película que es mejor disfrutar con un único visionado— y todo parecía indicar, gracias a al carisma del actor, que éste se convertiría en estrella. Lamentablemente, y por varias razones, no ha vuelto a estar en boca de todo el mundo como con esa película. Malas elecciones en sus proyectos —algo que también le pasa por ejemplo a Edward Norton— y empeoramiento como actor pueden ser las principales razones.
Thrillers, comedias románticas y hasta un trabajo con el admirado Guy Ritchie no han bastado para adquirir esa condición de star que el cine, como si se tratase de un ente con vida propia, parece haberle negado. Antes de proteger la Casa Blanca de un atentado terrorista en una película que tendrá su continuación en tierras británicas, interpretó dos películas basadas en hechos reales y cuyo paso por las carteleras ha sido con más pena que gloria. ‘Persiguiendo Mavericks’ (‘Chasing Mavericks’, Curtis Hanson, Michael Apted, 2012) y ‘Machine Gun Preacher’ (id, Marc Forster, 2011) —ésta inédita en nuestros cines— son biopics muy olvidables que además transmiten el consabido mensaje sobre la superación personal que tantos buenos frutos ha dado en otras ocasiones. El sabor del mar por un lado, el de la guerra civil en Sudán por otro.
‘Persiguiendo Mavericks’
Lo primero que llama la atención de una película como ‘Persiguiendo Mavericks’ (Chasing Mavericks’, 2012) es que está dirigida por dos directores tan diferentes como Curtis Hanson —firmante de films como ‘L.A. Confidential’ (id, 1997), por la que recibió el Oscar al mejor guión, o‘Jóvenes prodigiosos’ (‘Wonder Boys’, 2000)— y Michael Apted —firmante de otros biopics tan conocidos como ‘Quiero ser libre’ (‘Coal Miner’s Daughter’, 1980) o ‘Gorilas en la niebla’ (‘Gorillas in the Mist’, 1988)—, y no es que la hayan dirigido a cuatro manos, sino que Hanson abandonó la filmación por problemas de salud y Apted le sustituyó durante las tres últimas semanas de rodaje. Lo cierto es que no se distingue ni por asomo las secuencias filmadas por uno u otro, y a nadie le importa. ‘Persiguiendo Mavericks’ es una película aburrida sin un sólo punto de interés. La vida de un joven amante del surf que se propuso cabalgar los míticos Mavericks en California, se llamaba Jay Moriarty y consiguió tal hazaña a la edad de 16 años.
El film narra los intentos de Moriarty —un poco soso Jonny Weston— por hacer surf en dichas olas, y para ello logra camelar al veterano Frosty Heson —un Gerard Butler en plan padre protector—, que lleva toda su vida haciéndolo. Cómo no, entre ambos se establecerá una relación paternofilial, no muy lejana en forma y fondo a cualquier telefilm barato, y el film tiene su atractivo únicamente en alguna de las espectaculares secuencias de surf, aunque la emoción de los instantes de mar brilla por su ausencia. Elisabeth Sue y Abigail Spencer animan la función con papeles femeninos y poco más. No creo ni que los amantes del surf encuentren algo de interés en ‘Persiguiendo Mavericks’, ni siquiera conocer detalles de la vida de una leyenda como Moriarty, al que se le realiza anualmente un sentido homenaje en el mar. Qué bonito. Por cierto, Butler casi perece ahogado filmando la película.
Creo que podría ser un buen momento para repasar ‘El gran miércoles’ (‘Big Wednesday’, John Milius, 1978).
‘Machine Gun Preacher’
Marc Forster ha demostrado ser un director todo terrenos, al menos en lo que concierne al género de sus films. Películas como ‘Mosnter’s Ball’ (id, 2001) o ‘Descubriendo nunca jamás’ (‘Finding Neverland’, 2004) poco o nada tienen que ver entre sí, y mucho menos con su último film ‘Guerra mundial Z’ (‘War World Z’, 2013). El director también del segundo Bond con Daniel Craig en la piel de 007 dirigió antes de la epidemia de zombies ‘Machine Gun Preacher’, extraño biopic sobre Sam Childers, un amante de las motos y las drogas que en una época muy dolorosa de su existencia encontró en el cristianismo una salida, dedicándose a salvar la vida de los niños que en Sudán eran reclutados para ser soldados en una guerra civil, algo que resolvía a punta de metralleta. De ahí el título de la película. Childers construyó además un Orfanato y una Iglesia en la que evidentemente predicaba la palabra de Dios.
Así pues otra historia de superación personal esta vez a través de la espiritualidad de un hombre que se encontraba perdido y se encontró a sí mismo rezando. ‘Machine Gun Preacher’ peca de demasiado fragmentada, su narración es a través de bloques los cuales a veces no poseen un nexo de unión demasiado claro. Únicamente se centra en la obsesión de Childers —un Gerard Butler que confunde intensidad con poner cara de loco— por salvar a esos críos mientras un nada disimulado mensaje pro cristiano navega durante toda la proyección llegando a molestar en varias ocasiones. Y es que contar la historia de Childers sin que el tufillo moralista impregne la narración no es algo que a Forster se le de bien, quien tampoco controla el a ratos caótico montaje. Sólo en el lado interpretativo se salva Michael Shannon, especialista en personajes raros y extraños y que aquí da vida al mejor amigo, también problemático, de Childers.
Otro aburrimiento como el de las tablas de surf, y que ni siquiera ahonda en el conflicto bélico en Sudán y desaprovecha en gran medida el tema de hacer justicia metralleta en mano. Ambas películas hacen un flaco favor a la carrera de Gerard Butler, que regresará a las órdenes de Alex Proyas en una historia sobre dioses…
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