Es una película de mujeres
Cuando veas Frozen, seguramente te sorprenderá constatar cómo la película se salta a la torera (sutilmente, eso sí) numerosos tropos narrativos que todos asociamos a Disney. Sin entrar en detalles, dejémoslo en que la relación entre las hermanas protagonistas arrincona lugares comunes, reemplazándolos por una visión muy fresca (en fin...) de los dilemas que asedian a muchas chicas cuando llegan a la pubertad. En ello tiene que ver el hecho de que estemos ante el primer filme del estudio con una mujer como guionista y codirectora. Se trata de Jennifer Lee, responsable literaria de ¡Rompe Ralph!, que se enfrentó a su debut tras la cámara (confiesa) con la inseguridad de una novata. Si La Bella y la Bestia se ganó titulares en 1992 por contar con la firma de una fémina (Linda Woolverton) en su libreto, Frozen representa otra cota de poder alcanzada por una mujer en el organigrama de Disney. Y, aunque no se haya librado de algún pescozón desde la óptica feminista, su perspectiva desencantada, o simplemete racional, sobre temas como el amor romántico o la solidaridad de género crea un precedente muy positivo. No lo bastante como para hacernos olvidar el cambio de look de Merida (Brave), pero sí como para mirar al futuro con esperanza.
Voces sonoras, que no famosas
La actriz que presta sus cuerdas vocales a Anna, una de las dos princesas protagonistas de Frozen, esKristen Bell. Y, aunque su garganta se acomode con elegancia a los números musicales, no pecamos de malpensados al decir que se trata de un celebrity voicing, destinado a darle al público un nombre reconocible. Pero, ¿y el resto del reparto? Pues nos alegra decir que quienes vean este filme en versión original disfrutarán de un estupendo cásting, más determinado por las aptitudes para el canto que por el gancho de la fama. Idina Menzel, la intérprete de la princesa Elsa, ha intervenido en Glee como secundaria, pero ante todo es una estrella de Broadway ganadora de un Tony a la Actriz Principal. La carrera de Jos Gadd, que dobla en inglés al muñeco de nieve Olaf, también empareja un perfil discreto en cine y TV (recientemente le hemos visto en Los becarios y Jobs) con el exitoso musical The Book of Mormon, de Trey Parker y Matt Stone (South Park). Hace no mucho, al recordar los patinazos deDreamworks, señalamos que este estudio solía anteponer la celebridad a la maestría cuando le tocaba elegir sus voces: aquí, Disney ha dado un ejemplo de todo lo contrario, y Frozen se beneficia de ello.
Los secundarios no irritan: enamoran
Llegados a este punto, nos toca rendir un sonoro mea culpa. Porque, cuando los teasers de Frozenllegaron a nuestra redacción, especulamos sobre si Olaf sería uno de los secundarios más irritantes de Disney. Y, una vez vista la película, hemos comprobado no sólo que nuestras predicciones estaban equivocadas, sino que el monigote de marras se convierte en una figura extremadamente entrañable: sacado también de un cuento de Andersen (el muy deprimente El hombre de nieve), Olaf se lleva un arco argumental con sustancia, amén de una de las mejores canciones de la banda sonora. ¿Cuáles son las claves de este cambio de actitud? Pues, para empezar, que el personaje sale cuando tiene que salir:nunca agradeceremos lo bastante que sus intervenciones se limiten a momentos puntuales del relato, librándose así de convertirle en una plaga. En segundo lugar, no intenta ser gracioso a toda costa: susgags junto al reno Sven (que también amenazaba con convertirse en un funny animal insoportable) son descacharrantes, pero Olaf cuenta con un trasfondo bastante trágico, basado en el eterno conflicto entre la realidad y el deseo. Así se hacen las cosas, señores y señoras de Disney.
La parte técnica: sentirás el frío en los huesos
Algo que siempre se habrá de reconocer a Disney es que cuida al milímetro las ambientaciones de sus películas. Frozen no es una excepción, centrándose en los paisajes y la arquitectura de Escandinavia. Pero esto no nos habría impactado tanto de no ser por una realización técnica sobresaliente. Aunque el trabajo digital tenga que ver más con los precedentes de ¡Rompe Ralph! y Enredados que con la escuela Pixar, la presencia de John Lasseter como productor ejecutivo se nota mucho, y para bien: detalles como las texturas de los tejidos (fíjate en la capa vestida por Anna, y podrás contar cada hebra) hacen que, por una vez, el primor no vaya unido al empalago. Cuando la historia pasa a mayores y nos adentramos en páramos bajo cero, podemos apreciar la belleza de un bosque nevado para, acto seguido, percibir los peligros que acechan en ese lugar. Y eso por no hablar de los reflejos y destellos que pueblan cierta fortaleza de hielo, capaces de quitarle sus connotaciones más manidas a la palabra "magia". Aun lamentándonos de que Disney haya renunciado para siempre a la animación tradicional, reconozcamos que sus pasos en el 3D van por un camino cada vez mejor.
Cuentos, los justos
Terminamos este repaso fijándonos en un aspecto que puede llevarnos a terrenos espinosos: el guión. Los planes de Disney para adaptar La reina de las nieves al cine datan de principios de los 90, y según el productor Joseph Del Vecchio no se habían llevado a cabo porque dicho relato, uno de los más lóbregos escritos por el danés, "era demasiado siniestro como para convertirlo en una película". Contando con el precedente de La sirenita, tremebunda historia convertida en caramelito subacuático, nosotros no estamos en absoluto de acuerdo con esto, pero alabamos la forma en la que Frozen asume los requisitos 'familiares' que conlleva el sello de Mickey Mouse: salvo un par de aspectos de su premisa, cualquier parecido entre el filme y el cuento de Andersen es pura coincidencia. Partiendo de una inspiración cuanto menos difusa, la cinta de Jennifer Lee y Chris Buck entrega una historia pero que podría pasar perfectamente por un trabajo original si descontamos los detalles y los guiños puntuales. Algo preferible, qué duda cabe, a una versión más literal que hubiese reducido los terrores primigenios de La reina de las nieves a hielo picado para cócteles (sin alcohol). ¿Es esto otro aviso? Puede ser que sí, y que el futuro de Disney no resida en la apropiación de cuentos de hadas, tradicionales o no, sino en hacer un esfuerzo e inventar sus propias narraciones.
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