lunes, 16 de diciembre de 2013

seman de Peter O'Toole, amante del cine, la noche y el teatro

Peter O'Toole

El irlandés fallecido el domingo pasado en Londres, era el último actor vivo de su generación.

Muy pocos actores de cine pueden presumir de haber dejado una estela imborrable apenas en su primera película. Uno de ellos fue Peter O’Toole, el célebre actor irlandés que murió el domingo pasado luego de ganar cuatro Globos de Oro y ocho nominaciones a los premios Óscar. (Lea acá: Muere Peter O' Toole, estrella de 'Lawrence de Arabia')
Pues si bien O’Toole había hecho series de televisión y un par de papeles menores en la pantalla gigante en 1960, la crítica mundial acogió como un bautizo cinematográfico su papel protagónico en la mítica Lawrence de Arabia.
“En 1962, con 30 años de edad, un desconocido Peter O’Toole hizo uno de los debuts más brillantes de la historia de Hollywood –escribió ayer el crítico del diario británico The Guardian, Peter Bradshaw–, interpretando al mercurial arabista y esteta T. E. Lawrence (...). Causó una sensación tan grande como la que Vivien Leigh había logrado con Lo que el viento se llevó, una generación antes. Era despreocupado, apuesto, elegante, de alguna manera intensamente inglés y también escandalosamente sexy”.
Cierto. Sus enormes ojos azules enmarcados en un rostro de piel color canela embrujaron a la generación de jovencitas que veían en él al hombre ideal.
La llegada de O’Toole a la actuación no fue casual: desde los 15 años tenía claro lo que quería. De hecho, a esa edad abandonó sus estudios formales en la secundaria para buscar un trabajo como periodista y fotógrafo. Tiempo después, en una entrevista, contó que a partir de ese momento sabía que quería ser actor o poeta.
Con ese ideal se inscribió en la Academia Real de Arte Dramático, después de haber sido rechazado en la Escuela Dramática del Abbey Theatre, debido a su deficiente conocimiento del irlandés.
Y con ese acento conquistó a Hollywood. Lawrence de Arabia fue el primero de un nutrido portafolio de personajes en películas que le dieron reconocimiento: Lord Jim (1964), Becket (1964), La noche de los generales (1966), El león en invierno (1968), Adiós, Mr. Chips (1969), El hombre de La Mancha (1972), El último emperador (1987) y Venus (2006), que le mereció su última nominación a la estatuilla dorada.
Sin embargo, en la única oportunidad en la que se llevó el codiciado galardón para su casa fue en el 2003, cuando la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood lo escogió para concederle un Óscar honorario.
Noches eternas
Junto a Richard Burton, O’Toole formó un selecto y reducido grupo de actores que en las décadas de los 60 y los 70 fueron tan conocidos por sus vidas privadas como por sus películas. En efecto, el consumo de alcohol le trajo numerosos titulares de prensa. “Nosotros proclamamos los 60 –dijo O’Toole en una entrevista–. Burton, Richard Harris y yo hicimos en público lo que todos los demás hacía en privado entonces, y lo que hacen por show ahora”.
El diario Daily Mail recordó el lunes que uno de sus compañeros de juergas fue el actor Peter Finch, un poderoso bebedor. En una de esas noches eternas en Irlanda, ambos fueron rechazados en un pub porque ya era hora de cerrar. En medio de su borrachera, las dos estrellas decidieron que la única solución posible era comprar el pub, así que firmaron un cheque y lo entregaron al dueño del pub para seguir bebiendo.
Al día siguiente, tuvieron que volver al lugar, justo antes de que el indignado propietario cobrara el cheque. De allí nació una amistad que acompañó a Finch y O’Toole hasta que el dueño del bar se murió y la pareja de actores acudió a su entierro con sonoras expresiones de dolor. Al no reconocer a ningún asistente, descubrieron con vergüenza que la tumba de su amigo estaba 200 metros más lejos. No es claro aún si estaban sobrios.
Aprendió en las tablas
Peter Seamus O’Toole nació el 2 de agosto de 1932, hijo de Patrick, un jugador de fútbol, bebedor y apostador, y su esposa Connie, una enfermera. En sus memorias, relató algunas escenas de infancia que marcaron su vida.
Por ejemplo, un día, su padre lo subió a la repisa de la chimenea y le dijo: “Salta, muchacho, que te voy a atrapar. Confía en mí”. Cuando O’Toole saltó, su padre retiró los brazos y lo dejó caer al piso de piedra. “La lección –le dijo– es que nunca confíes en cualquier bastardo”.
Su niñez se vio afectada por la mala salud, y aunque podía leer a los 3 años, no asistió a la escuela con regularidad hasta que tenía 11 años.
Dos años más tarde abandonó los estudios y consiguió un trabajo en el periódico local, el Yorkshire Evening News. Se abrió camino hacia la redacción de artículos, con colegas que luego serían sus dramaturgos. “Pronto descubrí que, más que la crónica de los hechos, quería ser el hecho”, escribió.
Tras su paso por la Marina Real, ganó un lugar en la Academia Real de Arte Dramático de Londres. Hizo su debut teatral en el West End londinense en 1957 y dos años más tarde fue elegido para una obra en el prestigioso Royal Court Theatre, donde su suplente era Michael Caine.
Después de Lawrence de Arabia, disfrutó de una década de éxitos y nominaciones a los máximos galardones. Al final de su carrera, su estatus de leyenda estaba fuera de toda duda y por ello nunca le faltó el trabajo, aunque participó en cintas de dudosa reputación.
Ya en la tercera edad filmó películas exitosas como Calígula (1979), El último emperador (1987) Troy (2004) y Stardust (2007). Pero, así mismo, firmó papeles en cintas como Supergirl, Lassie y Rock my World, con Alicia Silverstone. También fue la voz del crítico gastronómico Anton Ego en la película animada Ratatouille, de Pixar (2007).
Recientemente lo vimos en Colombia en la cinta Cristiada y se espera el próximo año el estreno de Catalina de Alejandría, en la que hace el papel del orador romano Gallus. Esta fue su última película.
En medio de algunos altos y bajos, su carrera entró en crisis a mediados de los 70, en coincidencia con sus problemas de salud.
Un percance intestinal que había ignorado persistentemente estalló y fue trasladado de urgencia al hospital para una cirugía. Durante años, O’Toole se negó a decir cuál era el problema. “Mi plomería es asunto mío y de nadie más”, dijo.
Logró burlar la muerte, pero quedó con muy poco de su sistema digestivo, así que cualquier ínfima cantidad de alcohol podría ser fatal. O’Toole abandonó la bebida y sobrevivió a todos los actores de su generación. “El común denominador de todos mis amigos es que están muertos”, dijo hace ocho años al Daily Mail.
“Me encantaba beber y despertar en la mañana para darme cuenta de que estaba en México. Era una parte de sentirme como un idiota”, concluyó entonces.

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