miércoles, 4 de diciembre de 2013

6 lugares muy siniestros donde se rodaron películas

El lugar: Cabo Beachy (East Sussex, Inglaterra)
¿Por qué da mal rollo? Si eres aficionado a la saga potteriana, recordarás la que se armaba en las finales de la Copa del Mundo de Quidditch al comenzar esta película, ¿verdad? Pues el lugar donde se rodó la escena, y que tal vez recuerdes de otros filmes como Quadrophenia, arrastra una reputación de mal fario sin nada que ver con Voldemort. Su gran altitud (162 metros) y su relativo aislamiento han convertido al cabo Beachy en el lugar favorito de los suicidas británicos cuando les llega el turno de autoliquidarse: se estima que al menos 20 personas al año ponen fin a sus vidas lanzándose allí a las aguas del Canal de la Mancha. La situación ha llegado a ser tan alarmante que los vecinos del lugar organizan patrullas para prevenir los saltos, y sus inmediaciones están llenas de carteles con el número de los Samaritanos(organización similar al Teléfono de la Esperanza). Gracias a la labor de los equipos de rescate, eso sí, la cifra de suicidios en el cabo Beachy se ha reducido durante la última década.
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El lugar: Prisión Federal de Alcatraz (San Francisco, EE UU)
¿Por qué da mal rollo? Construida en un lugar notablemente inhóspito, y destinada a albergar reclusos de alta peligrosidad, Alcatraz sigue resultando imponente por más que hayan pasado 50 años desde su clausura (y su conversión en destino turístico). Pero la reputación infernal de esta cárcel sigue vigente: como nos recordó J. J. Abrams en su malhadada serie homónima, el edificio tiene fama de ser uno de los lugares con más actividad paranormal de EE UU. Las leyendas, que ya circulaban cuando la prisión estaba en funcionamiento, se ajustan en su mayoría al repertorio clásico de las casas embrujadas (rechinar de cadenas, gritos en la noche, figuras evanescentes, etcétera) pero las hay también especialmente inquietantes. Por ejemplo, se habla de unos ojos rojos acechando desde las sombras: aquel preso que los veía, afirma la tradición, no tardaba en morir. También podemos mencionar la Celda 14-D, cuya temperatura siempre es (inexplicablemente) inferior a la del resto del edifcio. O, ya en un plan más humorístico, la creencia de que el mismísimo espectro de Al Capone toca el banjo en las duchas.
El lugar: Isla Hashima (Prefectura de Nagasaki, Japón)
¿Por qué da mal rollo? Dejamos en paz a los espectros de Alcatraz para abordar una historia igual de tenebrosa... Sólo que auténtica, y provocada por una causa más tangible: la codicia humana. Antes de ser la base del supervillano Javier Bardem, la isla Hashima prosperó durante siglos debido a sus yacimientos de carbón, siendo adquirida por la empresa Mitsubishi en 1890: a fin de maximizar los beneficios, dicha compañía urbanizó el lugar hasta que este llegó a ser uno de los espacios más densamente poblados del mundo, con una concentración de 140.000 personas por kilómetro cuadrado. Durante la Segunda Guerra Mundial, por cierto, muchos de estos trabajadores fueron prisioneros de guerra chinos y coreanos, mantenidos en condiciones tan penosas que al menos 1.300 de ellos murieron antes del final del conflicto. Tras la derrota de Japón, los yacimientos de Hashima se beneficiaron de la alta demanda de energía causada por la reconstrucción del país (e, irónicamente, también por la colaboración con EE UU durante la Guerra de Corea) hasta que, en 1974, Mitsubishi decidió que las minas habían dejado de ser rentables, con lo cual los obreros abandonaron la isla. El estado actual del lugar es tan ruinoso que se ha ganado el mote de 'Isla Fantasma'.
El lugar: Edificio Dakota (Nueva York)
¿Por qué da mal rollo? Seguro que algunos de vosotros, cinemaníacos morbosos, estábais esperando que apareciese este inmueble neoyorquino, ¿verdad? Pues no vamos a defraudaros: aunque los asesinatos de Sharon Tate John Lennon (ambos posteriores al estreno de la película) disparasen su reputación de mal fario, el Dakota ya había suscitado rumores de actividad paranormal. Una cuadrilla de pintores, sin ir más lejos, fue la primera en hablar de una niña fantasma que se pasea algunas noches por el hall del edificio jugando con una pelota. A diferencia de sus homólogas del Hotel Overlook, la chiquilla tiene la reputación de ser bastante amable, o al menos de no molestar a los vecinos, cosa que no puede decirse de otro niño (o, según quien cuente la historia, de un ente con cuerpo de adulto y cara de crío) a cuya aparición suelen acompañar apagones, olores pestilentes y otras muestras de actividadpoltergeist. El propio constructor del edificio, Edward Clark, también ha sido avistado en forma ectoplásmica, así como su esposa. Vamos, que la nómina de espectros del lugar es tan grande que uno se pregunta si estos pagarán alquiler: teniendo en cuenta cómo está el precio del suelo en Manhattan, no sería tan raro.
El lugar: Desierto de Escalante (Utah, EE UU)
¿Por qué da mal rollo? Fieles a nuestra tónica, alternamos un lugar embrujado con otro cuya lobreguez se debe a causas más tangibles. En este caso, como si la idea de que John Wayne encarnase a Genghis Khan no fuera lo bastante disparatada, el productor Howard Hughes (tal vez le recuerdes con el rostro deLeonardo DiCaprio en El aviador) tuvo la 'brillante' idea de rodar el filme en una zona que acababa de ser empleada para realizar pruebas nucleares. Claro que, por entonces, el gobierno estadounidense afirmaba que dichos ensayos no resultaban peligrosos para la salud pública... Gracias a esta decisión, más de la mitad de los participantes en El conquistador de Mongolia acabaron muriendo de cáncer: el primero en caer fue el director Dick Powell, siguiéndole con pocos años de diferencia el propio Wayne y sus compañeros de reparto Agnes Moorehead, Susan Hayward Pedro Armendáriz, amén de varios técnicos. Aunque ya ha llovido mucho desde entonces, nosotros no nos acercaríamos por el paraje a no ser que un físico nuclear nos diera sus garantías. Y, aun así, nos lo pensaríamos dos veces.
El lugar: Penitenciaría Eastern State (Philadelphia, EE UU)
¿Por qué da mal rollo? A fin de terminar este informe a lo grande, lectores, hemos decidido invocar a una fuerza primigenia y blasfema, conocida por atraer desastres sin cuento allá donde es invocada: hablamos, por supuesto, de Terry Gilliam. En caso de que no hayáis huído despavoridos ante la mención del Monty Python más gafe, señalemos que Gilliam se buscó una localización con mucha historia para esta película: la prisión Eastern State, a la que recordarás como el manicomio donde Bruce Willis conoce a ese Brad Pitt tan desquiciado, fue fundada en 1829, y sus premisas constructivas (como la distribución radial de los pabellones, o las duchas con agua caliente para los reclusos) fueron imitadas en todo el mundo. Aunque su reputación es bastante siniestra, el edificio también cuenta con historias curiosas, como las inevitables historias paranormales, el hecho de haber contado entre sus internos a un perro (culpable de asesinar al gato del gobernador de Pennsylvania en 1924), o los 30 túneles excavados por los presos para otras tantas evasiones, de las cuales sólo una tuvo éxito. Actualmente, 43 años después de su clausura como prisión, Eastern State es un museo y sala de exposiciones, célebre por sus fiestas de Halloween. Si decides visitarla, no obstante, ten cuidado: la voz que se escucha en las audioguías entregadas a los turistas no es otra que la de Steve Buscemi. Ay, qué miedo...

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