Capítulo 1: La Mujer Ángel-Demonio Princesa del Reino Sombrío
En el mundo desde tiempos inmemoriales han existido dos fuerzas en constante lucha, estrictamente diferenciadas; el Bien y el Mal, el día y la noche, la luz y la sombra, el sol y la luna, pero esta gran división tuvo su origen en un momento justo en que la paz y el goce eterno se quebraron: en la traición de Lucifer, uno de los fieles ángeles del Todopoderoso que fue expulsado y enviado a lo profundo de la Tierra, en el oscuro y solitario Inframundo, a partir de ese momento, la traición o el pecado eran castigados, pues aquel rey de todos los ángeles y santos era por sobre todas las cosas misericordioso y su corazón puro no conocía la deslealtad, la traición, el odio, la impiedad, y los demás sentimientos o pensamientos negativos. El Reino de los Cielos, también llamado el Paraíso era a donde eran enviadas las buenas almas que habían muerto en pos del Todopoderoso, un inmenso y colorido valle del más verde césped, el más puro aire, grandes y bellos árboles y vegetación de todo tipo, un cálido y misterioso clima, como un sol que no podía verse y que jamás se ocultaba, que era propicio para tomar alguna siesta bajo la sombra; los vecinos eran alados ángeles del más puro y limpio blanco, túnicas del mismo color, y arco y flecha, al igual que las demás almas solidarias y amables, en fin, un hermoso lugar donde todo era felicidad, paz y alegría. Allí podían elegir vivir en libertad en los bellos pueblos o ciudades del inmenso reino con todas las comodidades y necesidades cubiertas que el alma humana pudiera requerir, los dominios del Todopoderoso se extendían por los cielos de todo el mundo. Hablemos del arcángel Lucifer, aquel que cambio la historia y alteró para siempre la paz de este divino reino: según las antiguas escrituras, en principio era un ser sin pecado y justo, ‘perfecto’ hasta que en él se halló maldad. Sospecha alguno sobre aquel querubín grande, leal y cubridor jamás recayó, pues el era el guardián del trono del Todopoderoso, un hombre con gran autoridad. Era hijo de la mañana, el portador de la luz del cielo y que gozaba de su confianza, a tal punto que el cuidado del reino, llamado el Monte de Dios, estaba confiado en sus manos. Aun así la tentación de tener el poder y conocimiento supremos de los secretos del universo que solo el Todopoderoso podía tener contacto pudieron más: el rey de los cielos le había dado todo menos el trono y la ambición crecería en su interior a tal punto que llevaría a cabo una entramada estrategia para alcanzar su ‘sueño’. Pronto cometería su inevitable traición y aquella paz acabaría para siempre: una terrible guerra entre Lucifer y Dios se llevaría a cabo en pos de su derrocamiento. Aquel arcángel traidor era un ser sumamente poderoso, un excelente estratega y un digno rival; y su derrota y expulsión a la peor prisión del universo no fue posible sin el derramamiento de sangre y el uso de la violencia, los cielos habían sido manchados por el pecado, pero esta mancha había sido ‘lavada’ exitosamente, pero esto no sería el fin del conflicto. Tras esa batalla en el Monte de Dios, nació el concepto del Bien y del Mal, los ángeles que eligieron seguir al traidor se tornaron impuros y sus alas y vestimenta se oscurecieron, al igual que su corazón y descendieron, fieles a éste, e incluso los más viles y malvados se convirtieron en feos y temibles demonios con alas de dragón, cuernos y colmillos, y como el más grotesco y monstruoso de ellos era su líder, este se convirtió en un ser que atemorizaba a todo ser que lo viera; mientras que los ángeles de Dios se organizaron en ejércitos, con armaduras, caballería, infantería, tanto con arco y flecha como con espadas, ambos revestidos de la luz divina y con la capacidad de purificar cualquier alma demoníaca. Pronto, reorganizadas sus filas, la batalla recomenzaría. En una de aquellas atroces batallas, en las que principalmente los hombres de Lucifer atacaban los pueblos humanos para desafiar a Dios surgió una luz de esperanza, nació el amor entre un ángel y un demonio, los cuales escapaban de las fauces de la inevitable, feroz y hasta lamentable guerra sin fin y vivían su amor en un lugar montañoso, sombrío y pacífico, y soñaban con fundar un gran y único reino humano que ayudara al todopoderoso y detuviera el conflicto, en pos de la paz eterna. Aquella mujer demonio de corazón impuro malvada, vil y despiadada encontró en aquel buen y protector ángel el amor, al igual que éste en aquel temible ser, aún así estos dos luchaban para ambos ejércitos haciéndose pasar por enemigos y manteniendo en secreto su historia de amor. Pronto serían descubiertos y perseguidos por su traición, tanto Satanás como Dios debían evitar que engendraran un ser que fuera portador de luz y conllevador de sombra, pues sería un peligro todavía mayor para la creación. El valor del ángel enamorado le permitió hacer frente a la ira de los dos dioses y permitir que su amada huyera a salvo a la escondite de ambos, donde tuvo al ser del que dependía cual de las dos fuerzas sería la que prevalecería, este ser nació en aquel valle del mundo humano, un lugar que en verdad era un bien acertado escondrijo, pues estaba fuera del campo de visión de alguno de los dos dioses ni de sus dominios, pues estaba a toda hora rodeado por una espesa niebla que dividía el oscuro valle del resto de lugares, por lo que allí jamás llegaba la luz del sol y una oscuridad eterna colmaba el silencioso y solitario lugar, compuesto por montañas rocosas con cuevas donde solo habían árboles muertos o animales moribundos, incluso cadáveres, no parecía existir ningún ser viviente además de la mujer demonio y de la niña, aunque podían oírse por las noches voces de personas que discutían, gritaban e incluso reían, bueno esta es la breve introducción de la historia de...
-Ángeles, ángeles caídos, humanos y demonios… ¡¿Entonces que demonios soy yo, mamá?!-
En una oscura, fría y solitaria cueva al sur del valle escondite, iluminadas por una pequeña y cálida fogata, la madre le contaba la historia de los orígenes de la creación de las especies a su hija; la narradora, una mujer de las largas alas oscuras de casi un metro como de murciélago, unos pequeños cuernos y una cola larga, con garras y colmillos, aunque su corazón se había ablandado tras enamorarse y, sobre todo, engendrar al nuevo ser: la interlocutora, una adolescente de diecinueve años. Su cabello era largo hasta su espalda y de un color castaño como las hojas de otoño; sus ojos eran del verde más hermoso y puro, y su color cambiaba respecto al reflejo o iluminación; su piel era clara y podía distinguirse y destacar en la oscuridad como la luna en la noche; le gustaba vestirse de una manera extraña: usaba siempre vestidos y camperas oscuras, un rosario, zapatos negros y siempre resaltaba el contorno de sus ojos de negro y pintaba sus uñas de ese color o de rojo, al igual que sus labios, su voz era tierna y parecía un leve susurro de niña., al igual que su mirada. Por último, tenía una peculiaridad entre los demás ángeles: tenía un ala de plumas de ángel blanca del lado izquierdo y una negra del lado derecho. Las alas del blanco más puro reflejaban el alma confesada y limpia de pecado, mientras que el ala del más oscuro negro que existía reflejaban la oscuridad del alma y su próximo destino hacia el Infierno.
Fuera de aquel solitario y, al parecer, seguro valle montañoso, tras la niebla, el mundo humano era azotado por la guerra y el constante acoso de Satán, casi toda la humanidad estaba al borde de su extinción, las casas, pueblos y reinos estaban casi todos destruidos.
En la Tierra existían también dos imperios: el que adoraba a Dios y los ángeles; y el que trabajaba para Lucifer y sus esbirros demonio; dos inmensos reinos que habían luchado desde hace ya mucho tiempo. Todo este mundo exterior a aquel lugar era ajeno a la pequeña heroína de esta historia.
-¡¿Respóndeme?! ¿Qué soy? ¿Quién soy?- la joven parecía angustiarse cada vez más, mientras su madre seguía sentada observando el fuego y manteniéndolo vivo. Tras un breve silencio que para la chica se hizo eterno, su madre le respondió:
-No eres luz, tampoco sombra. No eres día, ni también noche. No eres sol, tampoco luna. No eres paz, tampoco guerra. Pero no significa que no seas nada… ¡significa que eres más que todo eso!- le dijo mientras hablaba lentamente y luego la observó con una cálida sonrisa, y prosiguió:
-Aquí tal vez estemos seguras del acoso de la guerra, ¿sabes? Pero jamás seremos felices, tu padre y yo soñábamos con un universo pacífico: un Cielo, Infierno, Tierra y Purgatorio libres del mal y habitados de corazones pacíficos, ¡Mírame! Soy un demonio, la personificación de la maldad y aún así tengo el corazón de un ángel, el amor me transformó… pues el amor es la fuerza más potente del mundo, me tengo que ir- le dijo y, con una extraña dificultad para levantarse, se agarró de la pared para ayudarse a caminar y se dirigió a la salida.
-Siempre te vas por las noches y vuelves llena de heridas y magulladuras, te preguntó a donde fuiste… y siempre cambias de tema, ya no soy una niña, puedes contar conmigo, mamá-le dijo Johanna con una mirada fija y llena de determinación que le hizo recordar a la mirada valiente y decidida del único ser que amó.
Podían verse lo gastadas que estaban sus manos o como buscaba esconder las heridas o la sangre que caía de su cuerpo, al ver aquella mirada en su hija le produjo una gran nostalgia y no pudo evitar ponerse a llorar. La chica corrió mientras levitaba lentamente con sus alas y abrazó con todas sus fuerzas a su madre, igual que ella a su hija.
-No quiero que abras los ojos, hija, tras este pequeño paraíso sombrío existe un mundo horrible lleno de pecados e injurias… yo no-
Y Johanna la abrazó aún más fuerte:
-No me importa como sea ese mundo… ese mundo te hizo llorar así que se las verá conmigo-le dijo mientras sonreía levemente, y luego le dijo:
-Si para recuperar tu sonrisa y encontrar la paz para tu alma tengo que conquistar esos cuatro reinos…-
-¡Eso no es lo que quiero! Pero a la vez…-
-Papá fue alcanzado por esa guerra sin fin entre querubines y diablillos, y ya estoy harta, solo quiero lo mejor para ti… ¡Alcanzaré la paz mediante la guerra y se que así papá podrá descansar en paz!- le dijo tomándola con fuerza por sus brazos y mirándola a los ojos, que derramaban lágrimas que salían de un corazón que había sufrido mucho, lágrimas que había ocultado a su hija para no arrastrarla en su pena.
La mujer, alejándose un poco de su hija, le mostró sus manos gastadas y llenas de marcas:
-¡Erigiré un castillo aquí, en el Monte Purgatorio, desde aquí erigiremos un gran castillo al que respetarán en la Tierra, temerán en los cielos y seguro buscarán desafiar los del submundo! He transportado durante mucho tiempo rocas que robé desde canteras en los reinos en conflicto, todas estas heridas fueron causadas por flechas, espadas y lanzas, pero estoy bien, tengo un gran número de piedras que extraje de esos canteros y deposité en el norte del valle, en la colina más alta, aquí no existen rocas tan resistentes ni pesadas, la única forma de conseguirlas es atravesar la niebla e ir al mundo de los humanos-
-Mo mo mo ¡¿Monte Purgatorio?! Eso lo explica todo… ¡Déjamelo a mí! ¡Construiré el castillo más hermoso y temido de todo el universo, recuerda… soy un ángel fuerte y leal pero si se meten con las personas que amo… ¡Puedo convertirme en el mismísimo Demonio!- le dijo sosteniendo su mirada hacia su madre y voló a toda velocidad fuera de la cueva. Ella intentó detener a su hija corriendo hasta la cueva pero simplemente la observó volando iluminada por la luna y le deseó la mejor de las suertes.
Desde allí en lo alto, la chica pudo ver como seres traslúcidos que parecían ángeles pero sin alas caminaban, gritaban, susurraban, se lamentaban, incluso esperaban sentados en las formaciones rocosas; por lo que decidió descender hacia ellos lentamente, como una pluma que cae volando por el viento.
-¡¿Un ángel?! ¡¿Qué demonios?! ¡Estamos muertos!- dijo uno de esos seres viendo a la joven y agarrándose el cabello
-Bárbara Johana Castillo, la mujer ángel-ángel caído con corazón de demonio que busca someter a los tres mundos a su inocente justicia…- le susurró una voz de hombre al oído en la oscuridad de la cueva a la madre demonio
-Es todo un héroe, llegará muy lejos si se lo propone, aunque temo que cometa alguna locura, además no es una diosa, es un híbrido de ángel, ángel caído y demonio, si desata la ira de los dioses ellos no tendrán piedad, dudo que pueda resistir la fuerza destructiva de un relámpago o el calor infernal del más despiadado fuego, mi hija…-
-Es su destino y siempre lo supimos, nuestra hija fue la semilla que nació en el profundo abismo de la guerra para repartir luz mediante la bondad y misericordia de un ángel y la fuerza bruta e impiedad de un demonio, seguro estará bien, no te preocupes, amor-
-¿Dónde estás? Amo a mi hija y no necesito a nadie más que a ella y a ti a mi lado-
-Ya lo sabes… cuando un ángel o demonio mueren, desaparecen y se convierten en polvo de estrellas, pertenezco allí, al lejano y pacífico firmamento, un lugar aun más pacífico y dichoso lugar que el mismo Cielo-
Cálidas lágrimas cayeron de los ojos de la mujer, aunque un leve viento llegó a la cueva y secó sus lágrimas.
-¡No temas! ¡Yo siempre las protegeré! ¡No llores! ¡Estoy bien aquí, es el mejor sitio del Universo! Te amo y quiero que sean felices nuestra hija y tu-
-Lo sé, a veces quisiera morir y guiar a nuestra hija en lo alto del cielo a tu lado; eso es lo que me duele… no quiero tener que elegir entre los dos mundos, mi hija debe elegir entre el Bien y el Mal, y yo entre vivir y morir, nadie puede entenderla más que yo-
-No te preocupes, nuestra hija representa el final de una era y el comienzo de otra, la Creación está en buenas manos…-
-¡No puede ser! ¡Debería estar luchando ahora, necesito servir al rey, aun no puedo morir!-dijo un bravo guerrero medieval
-Entonces he muerto por inanición, aunque al menos aquí ya no siento hambre ni sufrimiento-dijo una chica pobre de un pueblo azotado por la guerra y las pestes.
-¿Señorita ángel? ¿Usted es la que ejecutará el juicio de nuestras almas y decidirá si vamos al Cielo o al Infierno?- le dijo una valiente ancianita caminando hacia Johanna, a la cual observó con miedo y se alejó sin saber que responder, al parecer aquel lugar no era tan solitario como creía.
-Yo… yo no, no lo sé, se supone que el Purgatorio es el lugar donde las almas son juzgadas y se decide hacia donde son enviadas pero ¡¿no sé como guiarlos?!-le respondió sintiéndose confundida.
-Se supone que en este lugar Dios decide a donde llevarnos, pero en lugar de un dios tenemos a esta guapa jovencita, supongo que debemos contar con ella, debes tener algo, algún poder de ángel que juzgue almas, niña-le dijo un joven de ropa desaliñada y gastada, al parecer un vagabundo.
-Mira sus alas, son curiosas, una es negra y la otra blanca-le dijo un niño con su rostro golpeado y una grave cortadura en su pecho que parecía estarse cicatrizando
-¿Cómo te llamas, angelita? ¡Eres muy linda! Tenía miedo porque estaba en mi casa durmiendo hasta que un hombre me quitó la sábana y me clavó un cuchillo; y de repente aparecí en este lugar- le dijo sin tener en cuenta la gravedad del asunto una niñita en la multitud de almas.
Johanna se puso a llorar levemente, mientras se abrazaba a ella misma con sus brazos, pues se sentía aliviada, desde que había nacido nunca había tenido a nadie en el mundo excepto a su madre y sentía como su soledad había sido apaciguada por la luz de estas almas en pena.
-Yo… yo nunca vi seres aquí, mamá se iba y me quedaba sola aquí en el más horrible silencio, esto es muy extraño, pero me siento muy feliz- les dijo, dedicándoles una gran sonrisa que alivió de alguna manera las almas de aquellos espíritus.
-Tal vez no podías vernos angelita porque la niebla es muy espesa o porque no debías ser la que nos juzgue… ¡pero ahora sí lo eres!-le dijo la niñita sonriendo también y abrazándola. Al hacerlo, la niña de cuerpo transparente comenzó a ascender levemente hacia el Cielo mientras desprendía un bello haz de luz hasta que salieron dos hermosas alas de su espalda y atravesó el cielo nocturno mientras volaba desplegando sus alas a toda velocidad
-¡GRACIAS!- le gritó ya cuando había logrado ser juzgada y logrado ascender desde aquel mundo de transición.
-¿Lo ves? Eres el ángel de alas de luz y sombra que guía las almas hacia el Cielo o el Infierno designadas por Dios-le dijo un sacerdote que caminó hacia ella y se arrodilló en señal de reverencia.
-¿Dios? No tengo idea de quien hablas, acabo de recordar mi misión chicos, así que debo irme-
-¡Espera!- un joven de más o menos su edad, de ropa lujosa de traje como un príncipe o duque la tomó por una de sus alas antes de que se fuera.
-No te irás sin juzgar nuestras almas, niña- le dijo tomándola por su ala mientras intentaba volar hacia el final del valle.
-¡Déjenme en paz, debo ir allí fuera!-
-¡¿Allí fuera?! ¿Por qué crees que estás aquí? Si este es el Monte Purgatorio por lógica no puedes salir de aquí hasta que tu alma sea juzgada, no importa el color de tus alas, tarde o temprano tendrás que elegir, y terminarás en alguno de los dos mundos-
-¡¿De alguna manera voy a terminar?! ¡Yo nunca voy a terminar!-le respondió decididamente aunque el chico no supo entender por qué lo dijo aún.
-¡Estás loca! Y no conseguirás salir, mira- le dijo y lanzó una pequeña piedra contra la niebla, la cual volvió rechazada y el chico la recibió ágilmente con la palma de su mano.
Un espíritu entró a través de la niebla y mientras caminaba, pisando aquel valle, se pudo ver el mundo exterior: una estepa llena de animales y cadáveres o armas y armaduras dispersos por el suelo.
-¡Esa es la forma!- e intentó volar hacia allí esperando que algún alma cruzará el límite entre los dos mundos, pero el chico la detuvo nuevamente:
-No sé a donde vas ni se quien eres… ¡Pero si has estado sola todo este tiempo, no te dejaré ir sola allí!-
-¡Siempre he estado sola, no necesito la ayuda de nadie!-
-Solo lo dices porque nunca has recibido la ayuda de nadie, si no tienes amigos o camaradas con los que contar no llegarás a ningún lado, no estoy dispuesto a irme al Cielo o descender al Infierno… ¡Volveré a la tierra, a mi reino con mi gente!-le dijo el chico decididamente.
- ¿Qué es eso de ‘amigo’? ¡¿Y además estás muerto?! ¿A dónde quieres ir? ¡Tú eres el que está loco!-
-Lo siento plumífera, si eres el único boleto a la salida entonces no te soltaré-
-Cállate, estúpido, no soy ningún boleto… pero sería interesante ver que te pasa si cruzas hasta tu mundo-
-Andando, arpía-
-¡Soy un ángel!-
-¡Como sea!- y la sentó sobre sus hombros y corrió hacia el límite, donde la niebla era increíblemente espesa.
-Aquí es, pronto pasará un alma y supongo que deberemos entrar en ese momento… ¿Y si me bajas?-
-Te dije que no te soltaré, seamos amigos, chica ángel, pero sin compromisos, soy un hombre casado y debo volver a ver mi amada doncella-
-No te preocupes, me gustan los hombres, no los maricas-
-¡¿Qué has dicho, pajarraco insolente?!- le dijo moviéndola con fuerza intentando tirarla.
-¡Señorita ángel!- le gritó la señora desde el lugar en el que estaban
-¡Volveré y los guiaré a donde tengan que ir, pero mejor quédense aquí, tanto el Cielo como el Infierno son un caos!-les gritó, pues era la mejor opción, el único lugar donde había paz era aquel lugar.
-Cuando salgamos y mueras por intentar burlar a la muerte iré a algún cantero y recogeré las piedras para el castillo-pronunció la chica en voz baja.
-¿Qué castillo?-
-¡Ningún castillo!-
-Dime, vamos, ¿construirás un castillo en el Purgatorio donde reinar sobre las almas? ¡No es mala idea, te ayudaré!-le dijo el chico emocionándose.
-Lo haré, puedes venir a mi reino, mi padre, el rey seguro que acepta regalarte… ¡El reino!-gritó recordando las razones de su muerte.
-Una extraña gárgola mitad hombre mitad monstruo alado con aspecto de dragón me asesinó y una horda de esas criaturas invadió nuestro reino, espero que esos seres no hayan…-
-Ehm… mejor ir a otro cantero más pacífico-
-No te soltaré, mujer ángel, volarás hacia donde te ordene-
-¡A mi nadie me da órdenes!-
-No te soltaré… ¿Acaso no ansías vivir aventuras en un mundo desconocido? Si me ayudas te proporcionaré armas y tropas para tu reino del Purgatorio, y te revelarás contra Dios, Satán o quien sea, ¡Prométemelo!-le dijo extendiendo su mano, a lo que la chica accedió, estrechándola.
-Eres un buen negociador, príncipe de pacotilla-
Finalmente, la niebla comenzó a disiparse y un anciano comenzó a caminar lentamente, lo que les dio el tiempo justo para cruzar.
-¡Andando! ¿Cómo te llamas?-
-Soy Johanna, ¿Tu?-
-Te lo diré cuando hayas liberado a mi reino de aquellos monstruos, mi nombre no tiene importancia- y corrió rápidamente mientras el nuevo mundo podía vislumbrarse y una gran luz por primera vez iluminaba el oscuro paisaje, la luz del amanecer en la Tierra.
En el mundo desde tiempos inmemoriales han existido dos fuerzas en constante lucha, estrictamente diferenciadas; el Bien y el Mal, el día y la noche, la luz y la sombra, el sol y la luna, pero esta gran división tuvo su origen en un momento justo en que la paz y el goce eterno se quebraron: en la traición de Lucifer, uno de los fieles ángeles del Todopoderoso que fue expulsado y enviado a lo profundo de la Tierra, en el oscuro y solitario Inframundo, a partir de ese momento, la traición o el pecado eran castigados, pues aquel rey de todos los ángeles y santos era por sobre todas las cosas misericordioso y su corazón puro no conocía la deslealtad, la traición, el odio, la impiedad, y los demás sentimientos o pensamientos negativos. El Reino de los Cielos, también llamado el Paraíso era a donde eran enviadas las buenas almas que habían muerto en pos del Todopoderoso, un inmenso y colorido valle del más verde césped, el más puro aire, grandes y bellos árboles y vegetación de todo tipo, un cálido y misterioso clima, como un sol que no podía verse y que jamás se ocultaba, que era propicio para tomar alguna siesta bajo la sombra; los vecinos eran alados ángeles del más puro y limpio blanco, túnicas del mismo color, y arco y flecha, al igual que las demás almas solidarias y amables, en fin, un hermoso lugar donde todo era felicidad, paz y alegría. Allí podían elegir vivir en libertad en los bellos pueblos o ciudades del inmenso reino con todas las comodidades y necesidades cubiertas que el alma humana pudiera requerir, los dominios del Todopoderoso se extendían por los cielos de todo el mundo. Hablemos del arcángel Lucifer, aquel que cambio la historia y alteró para siempre la paz de este divino reino: según las antiguas escrituras, en principio era un ser sin pecado y justo, ‘perfecto’ hasta que en él se halló maldad. Sospecha alguno sobre aquel querubín grande, leal y cubridor jamás recayó, pues el era el guardián del trono del Todopoderoso, un hombre con gran autoridad. Era hijo de la mañana, el portador de la luz del cielo y que gozaba de su confianza, a tal punto que el cuidado del reino, llamado el Monte de Dios, estaba confiado en sus manos. Aun así la tentación de tener el poder y conocimiento supremos de los secretos del universo que solo el Todopoderoso podía tener contacto pudieron más: el rey de los cielos le había dado todo menos el trono y la ambición crecería en su interior a tal punto que llevaría a cabo una entramada estrategia para alcanzar su ‘sueño’. Pronto cometería su inevitable traición y aquella paz acabaría para siempre: una terrible guerra entre Lucifer y Dios se llevaría a cabo en pos de su derrocamiento. Aquel arcángel traidor era un ser sumamente poderoso, un excelente estratega y un digno rival; y su derrota y expulsión a la peor prisión del universo no fue posible sin el derramamiento de sangre y el uso de la violencia, los cielos habían sido manchados por el pecado, pero esta mancha había sido ‘lavada’ exitosamente, pero esto no sería el fin del conflicto. Tras esa batalla en el Monte de Dios, nació el concepto del Bien y del Mal, los ángeles que eligieron seguir al traidor se tornaron impuros y sus alas y vestimenta se oscurecieron, al igual que su corazón y descendieron, fieles a éste, e incluso los más viles y malvados se convirtieron en feos y temibles demonios con alas de dragón, cuernos y colmillos, y como el más grotesco y monstruoso de ellos era su líder, este se convirtió en un ser que atemorizaba a todo ser que lo viera; mientras que los ángeles de Dios se organizaron en ejércitos, con armaduras, caballería, infantería, tanto con arco y flecha como con espadas, ambos revestidos de la luz divina y con la capacidad de purificar cualquier alma demoníaca. Pronto, reorganizadas sus filas, la batalla recomenzaría. En una de aquellas atroces batallas, en las que principalmente los hombres de Lucifer atacaban los pueblos humanos para desafiar a Dios surgió una luz de esperanza, nació el amor entre un ángel y un demonio, los cuales escapaban de las fauces de la inevitable, feroz y hasta lamentable guerra sin fin y vivían su amor en un lugar montañoso, sombrío y pacífico, y soñaban con fundar un gran y único reino humano que ayudara al todopoderoso y detuviera el conflicto, en pos de la paz eterna. Aquella mujer demonio de corazón impuro malvada, vil y despiadada encontró en aquel buen y protector ángel el amor, al igual que éste en aquel temible ser, aún así estos dos luchaban para ambos ejércitos haciéndose pasar por enemigos y manteniendo en secreto su historia de amor. Pronto serían descubiertos y perseguidos por su traición, tanto Satanás como Dios debían evitar que engendraran un ser que fuera portador de luz y conllevador de sombra, pues sería un peligro todavía mayor para la creación. El valor del ángel enamorado le permitió hacer frente a la ira de los dos dioses y permitir que su amada huyera a salvo a la escondite de ambos, donde tuvo al ser del que dependía cual de las dos fuerzas sería la que prevalecería, este ser nació en aquel valle del mundo humano, un lugar que en verdad era un bien acertado escondrijo, pues estaba fuera del campo de visión de alguno de los dos dioses ni de sus dominios, pues estaba a toda hora rodeado por una espesa niebla que dividía el oscuro valle del resto de lugares, por lo que allí jamás llegaba la luz del sol y una oscuridad eterna colmaba el silencioso y solitario lugar, compuesto por montañas rocosas con cuevas donde solo habían árboles muertos o animales moribundos, incluso cadáveres, no parecía existir ningún ser viviente además de la mujer demonio y de la niña, aunque podían oírse por las noches voces de personas que discutían, gritaban e incluso reían, bueno esta es la breve introducción de la historia de...
-Ángeles, ángeles caídos, humanos y demonios… ¡¿Entonces que demonios soy yo, mamá?!-
En una oscura, fría y solitaria cueva al sur del valle escondite, iluminadas por una pequeña y cálida fogata, la madre le contaba la historia de los orígenes de la creación de las especies a su hija; la narradora, una mujer de las largas alas oscuras de casi un metro como de murciélago, unos pequeños cuernos y una cola larga, con garras y colmillos, aunque su corazón se había ablandado tras enamorarse y, sobre todo, engendrar al nuevo ser: la interlocutora, una adolescente de diecinueve años. Su cabello era largo hasta su espalda y de un color castaño como las hojas de otoño; sus ojos eran del verde más hermoso y puro, y su color cambiaba respecto al reflejo o iluminación; su piel era clara y podía distinguirse y destacar en la oscuridad como la luna en la noche; le gustaba vestirse de una manera extraña: usaba siempre vestidos y camperas oscuras, un rosario, zapatos negros y siempre resaltaba el contorno de sus ojos de negro y pintaba sus uñas de ese color o de rojo, al igual que sus labios, su voz era tierna y parecía un leve susurro de niña., al igual que su mirada. Por último, tenía una peculiaridad entre los demás ángeles: tenía un ala de plumas de ángel blanca del lado izquierdo y una negra del lado derecho. Las alas del blanco más puro reflejaban el alma confesada y limpia de pecado, mientras que el ala del más oscuro negro que existía reflejaban la oscuridad del alma y su próximo destino hacia el Infierno.
Fuera de aquel solitario y, al parecer, seguro valle montañoso, tras la niebla, el mundo humano era azotado por la guerra y el constante acoso de Satán, casi toda la humanidad estaba al borde de su extinción, las casas, pueblos y reinos estaban casi todos destruidos.
En la Tierra existían también dos imperios: el que adoraba a Dios y los ángeles; y el que trabajaba para Lucifer y sus esbirros demonio; dos inmensos reinos que habían luchado desde hace ya mucho tiempo. Todo este mundo exterior a aquel lugar era ajeno a la pequeña heroína de esta historia.
-¡¿Respóndeme?! ¿Qué soy? ¿Quién soy?- la joven parecía angustiarse cada vez más, mientras su madre seguía sentada observando el fuego y manteniéndolo vivo. Tras un breve silencio que para la chica se hizo eterno, su madre le respondió:
-No eres luz, tampoco sombra. No eres día, ni también noche. No eres sol, tampoco luna. No eres paz, tampoco guerra. Pero no significa que no seas nada… ¡significa que eres más que todo eso!- le dijo mientras hablaba lentamente y luego la observó con una cálida sonrisa, y prosiguió:
-Aquí tal vez estemos seguras del acoso de la guerra, ¿sabes? Pero jamás seremos felices, tu padre y yo soñábamos con un universo pacífico: un Cielo, Infierno, Tierra y Purgatorio libres del mal y habitados de corazones pacíficos, ¡Mírame! Soy un demonio, la personificación de la maldad y aún así tengo el corazón de un ángel, el amor me transformó… pues el amor es la fuerza más potente del mundo, me tengo que ir- le dijo y, con una extraña dificultad para levantarse, se agarró de la pared para ayudarse a caminar y se dirigió a la salida.
-Siempre te vas por las noches y vuelves llena de heridas y magulladuras, te preguntó a donde fuiste… y siempre cambias de tema, ya no soy una niña, puedes contar conmigo, mamá-le dijo Johanna con una mirada fija y llena de determinación que le hizo recordar a la mirada valiente y decidida del único ser que amó.
Podían verse lo gastadas que estaban sus manos o como buscaba esconder las heridas o la sangre que caía de su cuerpo, al ver aquella mirada en su hija le produjo una gran nostalgia y no pudo evitar ponerse a llorar. La chica corrió mientras levitaba lentamente con sus alas y abrazó con todas sus fuerzas a su madre, igual que ella a su hija.
-No quiero que abras los ojos, hija, tras este pequeño paraíso sombrío existe un mundo horrible lleno de pecados e injurias… yo no-
Y Johanna la abrazó aún más fuerte:
-No me importa como sea ese mundo… ese mundo te hizo llorar así que se las verá conmigo-le dijo mientras sonreía levemente, y luego le dijo:
-Si para recuperar tu sonrisa y encontrar la paz para tu alma tengo que conquistar esos cuatro reinos…-
-¡Eso no es lo que quiero! Pero a la vez…-
-Papá fue alcanzado por esa guerra sin fin entre querubines y diablillos, y ya estoy harta, solo quiero lo mejor para ti… ¡Alcanzaré la paz mediante la guerra y se que así papá podrá descansar en paz!- le dijo tomándola con fuerza por sus brazos y mirándola a los ojos, que derramaban lágrimas que salían de un corazón que había sufrido mucho, lágrimas que había ocultado a su hija para no arrastrarla en su pena.
La mujer, alejándose un poco de su hija, le mostró sus manos gastadas y llenas de marcas:
-¡Erigiré un castillo aquí, en el Monte Purgatorio, desde aquí erigiremos un gran castillo al que respetarán en la Tierra, temerán en los cielos y seguro buscarán desafiar los del submundo! He transportado durante mucho tiempo rocas que robé desde canteras en los reinos en conflicto, todas estas heridas fueron causadas por flechas, espadas y lanzas, pero estoy bien, tengo un gran número de piedras que extraje de esos canteros y deposité en el norte del valle, en la colina más alta, aquí no existen rocas tan resistentes ni pesadas, la única forma de conseguirlas es atravesar la niebla e ir al mundo de los humanos-
-Mo mo mo ¡¿Monte Purgatorio?! Eso lo explica todo… ¡Déjamelo a mí! ¡Construiré el castillo más hermoso y temido de todo el universo, recuerda… soy un ángel fuerte y leal pero si se meten con las personas que amo… ¡Puedo convertirme en el mismísimo Demonio!- le dijo sosteniendo su mirada hacia su madre y voló a toda velocidad fuera de la cueva. Ella intentó detener a su hija corriendo hasta la cueva pero simplemente la observó volando iluminada por la luna y le deseó la mejor de las suertes.
Desde allí en lo alto, la chica pudo ver como seres traslúcidos que parecían ángeles pero sin alas caminaban, gritaban, susurraban, se lamentaban, incluso esperaban sentados en las formaciones rocosas; por lo que decidió descender hacia ellos lentamente, como una pluma que cae volando por el viento.
-¡¿Un ángel?! ¡¿Qué demonios?! ¡Estamos muertos!- dijo uno de esos seres viendo a la joven y agarrándose el cabello
-Bárbara Johana Castillo, la mujer ángel-ángel caído con corazón de demonio que busca someter a los tres mundos a su inocente justicia…- le susurró una voz de hombre al oído en la oscuridad de la cueva a la madre demonio
-Es todo un héroe, llegará muy lejos si se lo propone, aunque temo que cometa alguna locura, además no es una diosa, es un híbrido de ángel, ángel caído y demonio, si desata la ira de los dioses ellos no tendrán piedad, dudo que pueda resistir la fuerza destructiva de un relámpago o el calor infernal del más despiadado fuego, mi hija…-
-Es su destino y siempre lo supimos, nuestra hija fue la semilla que nació en el profundo abismo de la guerra para repartir luz mediante la bondad y misericordia de un ángel y la fuerza bruta e impiedad de un demonio, seguro estará bien, no te preocupes, amor-
-¿Dónde estás? Amo a mi hija y no necesito a nadie más que a ella y a ti a mi lado-
-Ya lo sabes… cuando un ángel o demonio mueren, desaparecen y se convierten en polvo de estrellas, pertenezco allí, al lejano y pacífico firmamento, un lugar aun más pacífico y dichoso lugar que el mismo Cielo-
Cálidas lágrimas cayeron de los ojos de la mujer, aunque un leve viento llegó a la cueva y secó sus lágrimas.
-¡No temas! ¡Yo siempre las protegeré! ¡No llores! ¡Estoy bien aquí, es el mejor sitio del Universo! Te amo y quiero que sean felices nuestra hija y tu-
-Lo sé, a veces quisiera morir y guiar a nuestra hija en lo alto del cielo a tu lado; eso es lo que me duele… no quiero tener que elegir entre los dos mundos, mi hija debe elegir entre el Bien y el Mal, y yo entre vivir y morir, nadie puede entenderla más que yo-
-No te preocupes, nuestra hija representa el final de una era y el comienzo de otra, la Creación está en buenas manos…-
-¡No puede ser! ¡Debería estar luchando ahora, necesito servir al rey, aun no puedo morir!-dijo un bravo guerrero medieval
-Entonces he muerto por inanición, aunque al menos aquí ya no siento hambre ni sufrimiento-dijo una chica pobre de un pueblo azotado por la guerra y las pestes.
-¿Señorita ángel? ¿Usted es la que ejecutará el juicio de nuestras almas y decidirá si vamos al Cielo o al Infierno?- le dijo una valiente ancianita caminando hacia Johanna, a la cual observó con miedo y se alejó sin saber que responder, al parecer aquel lugar no era tan solitario como creía.
-Yo… yo no, no lo sé, se supone que el Purgatorio es el lugar donde las almas son juzgadas y se decide hacia donde son enviadas pero ¡¿no sé como guiarlos?!-le respondió sintiéndose confundida.
-Se supone que en este lugar Dios decide a donde llevarnos, pero en lugar de un dios tenemos a esta guapa jovencita, supongo que debemos contar con ella, debes tener algo, algún poder de ángel que juzgue almas, niña-le dijo un joven de ropa desaliñada y gastada, al parecer un vagabundo.
-Mira sus alas, son curiosas, una es negra y la otra blanca-le dijo un niño con su rostro golpeado y una grave cortadura en su pecho que parecía estarse cicatrizando
-¿Cómo te llamas, angelita? ¡Eres muy linda! Tenía miedo porque estaba en mi casa durmiendo hasta que un hombre me quitó la sábana y me clavó un cuchillo; y de repente aparecí en este lugar- le dijo sin tener en cuenta la gravedad del asunto una niñita en la multitud de almas.
Johanna se puso a llorar levemente, mientras se abrazaba a ella misma con sus brazos, pues se sentía aliviada, desde que había nacido nunca había tenido a nadie en el mundo excepto a su madre y sentía como su soledad había sido apaciguada por la luz de estas almas en pena.
-Yo… yo nunca vi seres aquí, mamá se iba y me quedaba sola aquí en el más horrible silencio, esto es muy extraño, pero me siento muy feliz- les dijo, dedicándoles una gran sonrisa que alivió de alguna manera las almas de aquellos espíritus.
-Tal vez no podías vernos angelita porque la niebla es muy espesa o porque no debías ser la que nos juzgue… ¡pero ahora sí lo eres!-le dijo la niñita sonriendo también y abrazándola. Al hacerlo, la niña de cuerpo transparente comenzó a ascender levemente hacia el Cielo mientras desprendía un bello haz de luz hasta que salieron dos hermosas alas de su espalda y atravesó el cielo nocturno mientras volaba desplegando sus alas a toda velocidad
-¡GRACIAS!- le gritó ya cuando había logrado ser juzgada y logrado ascender desde aquel mundo de transición.
-¿Lo ves? Eres el ángel de alas de luz y sombra que guía las almas hacia el Cielo o el Infierno designadas por Dios-le dijo un sacerdote que caminó hacia ella y se arrodilló en señal de reverencia.
-¿Dios? No tengo idea de quien hablas, acabo de recordar mi misión chicos, así que debo irme-
-¡Espera!- un joven de más o menos su edad, de ropa lujosa de traje como un príncipe o duque la tomó por una de sus alas antes de que se fuera.
-No te irás sin juzgar nuestras almas, niña- le dijo tomándola por su ala mientras intentaba volar hacia el final del valle.
-¡Déjenme en paz, debo ir allí fuera!-
-¡¿Allí fuera?! ¿Por qué crees que estás aquí? Si este es el Monte Purgatorio por lógica no puedes salir de aquí hasta que tu alma sea juzgada, no importa el color de tus alas, tarde o temprano tendrás que elegir, y terminarás en alguno de los dos mundos-
-¡¿De alguna manera voy a terminar?! ¡Yo nunca voy a terminar!-le respondió decididamente aunque el chico no supo entender por qué lo dijo aún.
-¡Estás loca! Y no conseguirás salir, mira- le dijo y lanzó una pequeña piedra contra la niebla, la cual volvió rechazada y el chico la recibió ágilmente con la palma de su mano.
Un espíritu entró a través de la niebla y mientras caminaba, pisando aquel valle, se pudo ver el mundo exterior: una estepa llena de animales y cadáveres o armas y armaduras dispersos por el suelo.
-¡Esa es la forma!- e intentó volar hacia allí esperando que algún alma cruzará el límite entre los dos mundos, pero el chico la detuvo nuevamente:
-No sé a donde vas ni se quien eres… ¡Pero si has estado sola todo este tiempo, no te dejaré ir sola allí!-
-¡Siempre he estado sola, no necesito la ayuda de nadie!-
-Solo lo dices porque nunca has recibido la ayuda de nadie, si no tienes amigos o camaradas con los que contar no llegarás a ningún lado, no estoy dispuesto a irme al Cielo o descender al Infierno… ¡Volveré a la tierra, a mi reino con mi gente!-le dijo el chico decididamente.
- ¿Qué es eso de ‘amigo’? ¡¿Y además estás muerto?! ¿A dónde quieres ir? ¡Tú eres el que está loco!-
-Lo siento plumífera, si eres el único boleto a la salida entonces no te soltaré-
-Cállate, estúpido, no soy ningún boleto… pero sería interesante ver que te pasa si cruzas hasta tu mundo-
-Andando, arpía-
-¡Soy un ángel!-
-¡Como sea!- y la sentó sobre sus hombros y corrió hacia el límite, donde la niebla era increíblemente espesa.
-Aquí es, pronto pasará un alma y supongo que deberemos entrar en ese momento… ¿Y si me bajas?-
-Te dije que no te soltaré, seamos amigos, chica ángel, pero sin compromisos, soy un hombre casado y debo volver a ver mi amada doncella-
-No te preocupes, me gustan los hombres, no los maricas-
-¡¿Qué has dicho, pajarraco insolente?!- le dijo moviéndola con fuerza intentando tirarla.
-¡Señorita ángel!- le gritó la señora desde el lugar en el que estaban
-¡Volveré y los guiaré a donde tengan que ir, pero mejor quédense aquí, tanto el Cielo como el Infierno son un caos!-les gritó, pues era la mejor opción, el único lugar donde había paz era aquel lugar.
-Cuando salgamos y mueras por intentar burlar a la muerte iré a algún cantero y recogeré las piedras para el castillo-pronunció la chica en voz baja.
-¿Qué castillo?-
-¡Ningún castillo!-
-Dime, vamos, ¿construirás un castillo en el Purgatorio donde reinar sobre las almas? ¡No es mala idea, te ayudaré!-le dijo el chico emocionándose.
-Lo haré, puedes venir a mi reino, mi padre, el rey seguro que acepta regalarte… ¡El reino!-gritó recordando las razones de su muerte.
-Una extraña gárgola mitad hombre mitad monstruo alado con aspecto de dragón me asesinó y una horda de esas criaturas invadió nuestro reino, espero que esos seres no hayan…-
-Ehm… mejor ir a otro cantero más pacífico-
-No te soltaré, mujer ángel, volarás hacia donde te ordene-
-¡A mi nadie me da órdenes!-
-No te soltaré… ¿Acaso no ansías vivir aventuras en un mundo desconocido? Si me ayudas te proporcionaré armas y tropas para tu reino del Purgatorio, y te revelarás contra Dios, Satán o quien sea, ¡Prométemelo!-le dijo extendiendo su mano, a lo que la chica accedió, estrechándola.
-Eres un buen negociador, príncipe de pacotilla-
Finalmente, la niebla comenzó a disiparse y un anciano comenzó a caminar lentamente, lo que les dio el tiempo justo para cruzar.
-¡Andando! ¿Cómo te llamas?-
-Soy Johanna, ¿Tu?-
-Te lo diré cuando hayas liberado a mi reino de aquellos monstruos, mi nombre no tiene importancia- y corrió rápidamente mientras el nuevo mundo podía vislumbrarse y una gran luz por primera vez iluminaba el oscuro paisaje, la luz del amanecer en la Tierra.
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