Mr. Perfecto
“Sé que el cine es una ilusión, pero no para mí”. Así ve el cine uno de los mayores “monstruos” de la gran pantalla. Alguien capaz de hacer grande un película mediocre, capaz de obtener esplendor hasta en el más mínimo detalle. Su apellido es sinónimo de talento y, como un día lo bautizó su amigo Martin Scorsese, él es la viva encarnación de “Mr. Perfecto”.
¿Animal cinematográfico capaz de cambiar de matices según las “condiciones ambientales” (léase también, “exigencias del guión”) de una película?. La respuesta desde hace tres décadas es la misma entre público, crítica y compañeros de profesión: Robert De Niro; o si se prefiere, Bobby “Camaleón” De Niro. Porque nadie como él para hacer de la transformación la esencia misma del arte de la interpretación. Lo mismo se atreve a adelgazar 15 kilos que a ponerse fondón con más de 20, a aprender a tocar el saxo que a meterse hasta el tuétano bajo la piel de dispares personajes: desde paranoicos justicieros a misioneros con sed de justicia, desde convictos con cara de ángel a diablos cabroncetes, desde mafiosos poderosos a mafiosillos que no pintan un colín. Ningún papel se le ha resistido a su minucioso método de afrontarlos -rayano a la obsesión- en el que siempre va implícito el sacrificio físico hasta donde haga falta. No en vano, es considerado el actor más cualificado de su generación y ya uno de los mitos de la historia del séptimo arte.
Nada de su brillante futuro podía sospechar el bueno de Bobby cuando debajo del disfraz del cobarde león de El mago de Oz hacía sus primeros pinitos sobre un escenario. Contaba 10 años y entonces este tímido hijo de pintores, nacido un 17 de agosto de 1944 en Greenwich Village (Nueva York), se planteaba lo de ser actor y alejarse definitivamente de las pandillas que circundaban su barrio. Con 16 años recibía clases de Stella Adler y escuchaba las lecciones de Lee Strasberg en el Actor's Studio.
Tras trabajar en teatros marginales del “Off-Broadway”, saltó a la gran pantalla en 1967 de la mano de Brian De Palma, con Greetings. Pero no fue hasta formar tándem con el director Martin Scorsese que empezó a brillar con luz propia y a dar vida a sus mejores papeles. “Nuestros trabajos juntos se caracterizan por una especie de complicidad y solidaridad, así como un mínimo de diversión que aleja el peligro de dolores de cabeza”, De Niro dixit. Malas calles (1973) fue el inicio de esa prolífica relación. Luego continuó en películas tan memorables como Taxi Driver(¿quién no recuerda a Travis Bickle delante del espejo?), El rey de la comedia, Uno de los nuestros oCasino. Pero fue con el intenso papel de Jake La Motta en Toro salvaje (1981) cuando De Niro toca cielo al ganar el Oscar al mejor actor. Un premio que había saboreado como intérprete secundario dando réplica a su admirado Marlon Brandon en el papel de joven Vito Corleone de El padrino II (1974).
El amor de De Niro por dar un paso más en el cine, le ha llevado a probar en la cinematografía europea (1900) y en proyectos de arriesgadas intenciones éticas (El cazador, La Misión). En los rodajes es conocido su afán por aportar ideas que enriquezcan la historia con nuevos diálogos e incluso reescribir escenas enteras. Su inquietud no se ha parado en el magisterio del lenguaje corporal, en su capacidad para la metamorfosis en casi todos los géneros, desde el drama (Jacknife, Despertares) y la comedia (Una terapia peligrosa, Los padres de ella) hasta el thriller (Heat,15 minutos) y el musical (New York, New York), pasando por el biopic (Hombres de honor), sin olvidar un galería de gángster imborrables. También ha querido estar detrás de cámara. Lo hizo tras fundar su propia compañía TriBeCa Productions y rodar su conmovedora ópera prima Una historia del Bronx (1993).
El estatus de Bobby nada tiene que ver con el estereotipo de actor guapo y con glamour que nos tiene acostumbrados Hollywood. De hecho más allá de la pantalla no quiere saber nada, pone cerco a su vida privada, casi no da entrevistas y el papel couché a podido rellenar tan sólo unas pocas páginas con su divorcio de la actriz Diahnne Abbott (con la que tuvo un hijo) y "affaires" amorosos con conocidas mujeres de color. A él simplemente le interesa que “la gente vaya al cine, vean mis películas y me juzguen por mi trabajo”. Y su trabajo es polvo dorado que se esparce en maravillosas historias. A pesar de que últimamente le llueven algunas críticas por encadenar demasiados papeles -olvidándose de su antigua costumbre de darse tiempo para readaptarse a la realidad de un nuevo personaje- sigue siendo el rey. Quien tuvo retuvo y como un día se publicara en el Newsweek, aún hoy es el mejor ejemplo de actor que combina el super-estrellato con la capacidad creativa. ¿Por qué si no todos quieren trabajar con Bobby?
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