La diablesa de las mil caras
por Juan Luis Sánchez
25/01/2007
Actriz fascinante, de tez pálida y facciones angulosas, su versatilidad le permite transformarse. Perfeccionista y meticulosa al preparar sus personajes, Meryl Streep muestra especial habilidad para los acentos de sus personajes, pues fue una escritora danesa enMemorias de África, una chilena de clase alta con poderes en La casa de los espíritus y una emigrante polaca en La decisión de Sophie.
Nacida en 1951, en Nueva Jersey, Mary Louise Streep fue la mayor de los tres hijos de una familia acomodada. Descubrió que se encontraba en su salsa en los escenarios, cuando la eligieron a los ocho años para interpretar una función escolar. Al parecer era una muchacha muy activa. “En el colegio me presentaba de candidata a todo, para delegada, para el consejo estudiantil, para tesorera, pero nunca gané nada, hasta que me teñí el pelo de rubio y salí elegida reina de la belleza”, recuerda la actriz. Mientras estudiaba en el instituto, llamaba la atención de sus compañeros, con sus actuaciones en el grupo de teatro, por lo que siempre tuvo muy claro que estaba destinada a estudiar interpretación. Acabó matriculándose en esta especialidad en la Universidad de Yale. Al terminar no le faltaron trabajos sobre las tablas en Broadway, e incluso obtuvo una nominación al Tony, el más prestigioso premio teatral. Su trayectoria al estrellato fue atípica, pues como Bruce Willis y Jeremy Irons cimentó su prestigio en la televisión, como esposa de un judío perseguido por los nazis en la serie Holocausto, papel por el que recibió el Emmy en 1978. Aunque en cine había debutado como secundaria, en un par de secuencias de Julia, de la mano de Fred Zinnemann, empezó a despuntar con El cazador, por la que obtuvo su primera nominación al Oscar. Durante el rodaje se enamoró de uno de sus compañeros de rodaje, John Cazale, que encarnó a Fredo Corleone en El Padrino, con quien estuvo unida sentimentalmente hasta la prematura muerte del actor, aquejado de cáncer, en 1978. Superado este desgraciado episodio, la actriz contrajo matrimonio con el escultor Don Gummer, padre de sus cuatro hijos, con quien vive en una tranquila granja campestre alejada de los oropeles del glamour de Hollywood.
A pesar de su estabilidad matrimonial, Meryl Streep empezó a despuntar interpretando a ex esposas de dudosa catadura moral en la pantalla, la que había dejado plantado a Woody Allenpor otra mujer en Manhattan, y la maquiavélica mujer de Kramer contra Kramer, por la que ganó al Oscar a la mejor secundaria. Una segunda estatuilla le llegaría poco después, como protagonista de La decisión de Sophie. Destaca su trabajo en La mujer del teniente francés, donde tenía papel doble, pues hacía de actriz y de su personaje, una melancólica mujer. Encasillada en el drama, Streep sería la reina del género en los 80, acaparando roles tan ricos como la humilde trabajadora de una central nuclear, en Silkwood, una diseñadora artística casada que se siente atraída por un arquitecto con el que se cruza en el tren en Enamorarse, vagabunda alcohólica enTallo de hierro, y su papel más redondo, la escritora danesa Isak Dinensen, que usaba el pseudónimo de Karen Blixen, en Memorias de África. Con muy pocos fracasos, como la comedietaVida y amores de una diablesa, y una carrera tan sólida, se convirtió en modelo para jóvenes actrices con aspiraciones. “Me parece positivo que me tomen como inspiración. Yo misma también necesité inspirarme en otras actrices cuando era joven”, ha declarado la intérprete.
Sobre actrices con problemas giraba el guión de Postales desde el filo, basada en las memorias deCarrie Fisher, donde era una actriz adicta a las drogas, ensombrecida por la fama de su madre. La actriz andaba desencantada del mundo del cine con la llegada de los 90. “De repente, no bastaba con tener talento. Las jóvenes tenían que adoptar el papel de símbolo sexual. Yo eso, seguramente, nunca lo habría hecho”, decía la actriz, que atravesaba serias dudas por momentos: “A veces, quiero echar todo por la borda. Menos mal que mi marido me anima a que siga adelante”.
Alzó la voz para denunciar la falta de papeles interesantes en Hollywood para actrices mayores de 40 años, pero lo cierto es que los pocos que había se los adjudicaban a ella, o a Susan Sarandon. Continuaba empeñada en demostrar su valía para todos los géneros, probando fortuna con la comedia (El cielo próximamente, La muerte os sienta tan bien), el thriller (Río salvaje) y hasta el realismo mágico (La casa de los espíritus). A pesar de todo, lo mejor de la época es un drama con algún elemento cómico (La habitación de Marvin), un drama biográfico (Música del corazón), un drama coral (Cosas que importan) y un dramón romántico descarnado: Los puentes de Madison. La gran repercusión del film de Clint Eastwood propició que Meryl Streep mantuviera su estatus de estrella a la que le sirven en bandeja papelones, como el de Clarissa, editora que dedicaba su vida a cuidar de su antiguo amante, enfermo de sida, en Las horas. En los últimos años, se esfuerza por encontrar nuevos caminos en el cine familiar (Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket), el thriller fantástico (El mensajero del miedo), el surrealismo (Adaptation. El ladrón de orquídeas) y la comedia hilarante (Secretos compartidos, El diablo viste de Prada). Se atreve hasta con un musical, pues protagonizará Mamma Mia cuando termine el rodaje de Lions for Lambs, drama dirigido e interpretado por Robert Redford, su pareja en Memorias de África.
No hay comentarios:
Publicar un comentario